Si bien las temperaturas han bajado estos días, desde hace semanas en los boletines informativos de radios y televisiones la noticia de cabecera ha sido una ola de calor. No sé si tendrá que ver con que las altas temperaturas también afectan al norte y entonces son noticia y el calor produce estrés. En Córdoba el calor que estamos padeciendo se parece mucho al de otros años. Desde hace mucho… mucho tiempo hace calor en los meses de julio y agosto, pero entonces no producía estrés, generaba vagancia. Ahora se nos dan consejos para combatirlo que son, en su mayor parte, los que nuestros antepasados han utilizado: beber mucha agua, caminar por la sombra cuando se sale a la calle, allí donde sea posible porque la moderna arquitectura, por ejemplo en Córdoba, ha diseñado espacios en los que no hay nada que ofrezca sombra, a diferencia de las estrechas calles que los andalusíes diseñaron en sus medinas para protegerse de la solanera.

El calor veraniego no es cosa de nuestro tiempo. En otras épocas el calor también apretaba y aparecen referencias a grandes clores. En el siglo XVII el ayuntamiento de Sevilla, acordó en uno de sus cabildos que los trabajadores municipales realizarían su jornada a partir de las cuatro de la madrugada —entonces las horas coincidían con la posición del sol sin las alteraciones que ahora se han establecido entre el horario oficial y el solar— y concluiría a las doce del mediodía. La razón que explicaba este acuerdo era el calor que hacía. En Jaén se ha encontrado recientemente un documento en que el escribano alude al fuerte calor que se sufre en la ciudad.

Rápidamente, quienes son adalides del cambio climático han señalado que el concepto de calor es algo relativo y, además, que en tiempo de estos registros documentales no había una medida para establecer a cuantos grados podían referirse quienes dejaban consignada aquella realidad. Es cierto, pero nos parece que también los es que nuestros antepasados eran más duros que nosotros en eso de hacer frente a las dificultades, incluidas las meteorológicas. Fueron esos antepasados quienes iban a las campiñas a segar los cereales después de la festividad del Corpus Christi y cuyos trabajos llenaban julio y agosto. Muchos hemos oído decir en nuestras casas que el núcleo duro del verano era “de Virgen a Virgen” en una alusión a que la canícula se concentraba entre mediados de julio en que se celebra la festividad de la virgen del Carmen y mediados de agosto en que se celebra la Asunción de la Virgen, pero el calor no se circunscribía a ese periodo. Estamos despidiendo agosto y sigue apretando, como, con variaciones anuales, ha sido la norma. Recuerden que se hablaba de veranillo a finales de septiembre, el conocido como veranillo de San Miguel. Es posible que haya algún efecto del denominado cambio climático en los calores veraniegos, pero en estas tierras el calor ha sido siempre una realidad porque forma parte de los climas mediterráneos. No sé si las olas de calor surgen al disminuir las noticias y hay que buscarlas en obviedades transformadas en novedades o quizá se busque otra cosa. Pero el calor del verano ha sido una de nuestras señas de identidad.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 30 de agosto de 2024 en esta dirección)

One Response to ¡Qué calor! | JoséCalvoPoyato
  1. … aparecen referencias a grandes “clores” …
    Sin ánimo de ofender, se debe entender, querido Pepe.


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