Quienes me honran leyendo esta columna saben que no soy partidario de la utilización de las siglas. En mi opinión empieza a ser una costumbre que está convirtiendo el lenguaje en una especie de criptograma. Como si se tratara de un mensaje escrito en clave, sólo identificable para los iniciados, como es el caso de referirse al Centro de Creación Contemporánea de Andalucía como C3A o al futbolista Cristiano Ronaldo como CR7. Podría defenderme, para mantener mi posición, señalando que WASP, que utilizo como titular de la columna de hoyes un acrónimo, es decir, unas siglas que se pronuncian como una palabra y que por su uso acaban por incorporarse, al léxico habitual, como por ejemplo ha ocurrido con la palabra láser, admitida por la Real Academia de la Legua, acrónimo de light amplification by stimulated emission of radiation.

El acrónimo WASP está formado por las palabras inglesas White, Anglo-Saxon y Protestant. Designaría, pues, a quien en Estados Unidos son blancos anglosajones y protestantes. Es decir, los descendientes de británicos que reúnan esas tres características. Una es racial, otra cultural y la tercera religiosa. Los WASPs no sólo se caracterizan por la defensa de esos planteamientos, sino que la misma lleva implícito un rechazo a cualquier otra etnia, cultura o religión. Eso significa la exclusión de los negros, los hispanos, los asiáticos o a los propios habitantes autóctonos, los amerindios. Los WASPs durante mucho tiempo estuvieron íntimamente ligados a las universidades más elitistas de los estados Unidos, las que ellos denominan como las Tres Grandes, la de Harward, la de Princeton y la de Yale, de las que han salido la mayoría de sus intelectuales, escritores, hombres de negocios y políticos.

Desde los tiempos del presidente Franklin D. Roosevelt el poder y la influencia de los WASPs, siendo siempre muy importante en la estructura social de los Estados Unidos, había venido perdiendo peso. La llegada a la Casa Blanca de un presidente católico, como era John F. Kennedy, suponía una grieta importante en los planteamientos religiosos defendidos por los WASPs. Hace ocho años, cuando  el presidente elegido resultó ser Barak  Obama, se abrió una grieta mucho mayor, rompiendo el factor racial. Sin embargo, la llegada a la presidencia de Donald Trump ha mostrado signos inequívocos de que el camino recorrido puede girar de manera brusca, pese a que el nuevo mandatario de los Estados Unidos, no ha estudiado en Harward, ni en Yale ni en Princeton. Sus estudios se acabaron en la High School, el equivalente a nuestro bachillerato. Al igual que en el bachillerato logsiano, impuesto en nuestro país por los socialistas, los programas en la High School se caracterizan por la escasa cultura que se imparte al alumnado que culmina  ese ciclo educativo.

A Trump le ha faltado tiempo para eliminar el español de las página web de la Casa Blanca –también ha desaparecido de muchas otras páginas de la administración- sin tener en cuenta que casi una cuarta parte de la población del país habla español. Esa realidad, la presencia de cincuenta y cinco millones de hispanos en los Estados Unidos, ha llevado a considerar dar un marcha atrás. Pero esa iniciativa revela algunos de los planteamientos que pueden marcar del devenir de esa nación. Trump parece, eso indican sus discursos, que es un ferviente defensor de la doctrina Monroe, basada en el principio de que América es para los americanos. Los americanos que sean WASPs, evidentemente.

(Publicada en ABC Córdoba el 28 de enero de 2017 en esta dirección)

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