La industria del automóvil es uno de los pilares de la economía española. Ese sector señala que quedan muy atrás los tiempos en que la economía española se fundamentaba en la agricultura y la ganadería. Supone en torno al seis por ciento del PIB y es el segundo fabricante de automóviles de Europa -el primero en vehículos industriales-, sólo por detrás de Alemania y por delante de países como Gran Bretaña, Francia o Italia, que han sido referentes mundiales de la industria del automóvil. El número de factorías que se encuentran en España es de diecisiete y de ellas salen cerca de tres millones de vehículos. Es cierto que se trata de marcas extranjeras y que una parte importante de los beneficios se marchan fuera de nuestras fronteras, pero no lo es menos que hay muchos miles de puestos de trabajo que aumentan de forma exponencial con las industrias auxiliares que viven a la sombra de esas plantas.
También es cierto que hay un enorme desequilibrio en cuanto a su distribución geográfica. Esa industria se encuentra ubicaba, en su práctica totalidad, en la mitad norte de la península, marcando Madrid y Almusafes (Valencia) el borde sur de esa línea de separación. Andalucía está ayuna en el reparto del pastel automovilístico, que fue instalándose en las décadas finales del siglo pasado allí donde más convenía a los intereses de las marcas, pero también adonde los gobiernos de turno apuntaban en sus preferencias.
Una parte importante de esa producción está destinada a la exportación. La población española no puede absorber un número de vehículos como el que sale de las fábricas, pero si una parte importante del mismo. En 2018 se matricularon en España más de un millón trescientos mil vehículos, algo menos de la mitad de los que salieron de las fábricas. Sin embargo, desde septiembre de ese año -curiosamente tras la llegada de que Pedro Sánchez a la Moncloa- se acumulan caídas en las ventas. La situación en 2019 es preocupante. Hasta el mes de agosto las ventas han caído cerca del diez por ciento y las caídas del mes de agosto, respecto al año anterior, han superado el treinta por ciento. En Córdoba la situación es particularmente crítica. La caída de las ventas en lo que va de año es el doble de la que se sufre en España, al situarse en el diecinueve por ciento y la del mes de agosto ha llegado al treinta y seis por ciento, la más alta de las provincias andaluzas y casi seis puntos más que la media española. Siendo la venta de automóviles un termómetro económico, la situación presenta tintes de tragedia.
Las causas que explican esta bajada son varias, más allá de la incertidumbre económica que ofrece el panorama económico internacional con un horizonte lleno de nubarrones, ante la guerra comercial entre Estados Unidos y China, una de cuyas consecuencias ha sido la caída del PIB de Alemania y el anuncio de que su economía va a entrar en recesión. Añádase a ello que Boris Jonhson es el premier británico, lo que no necesita de mayores comentarios. Entre las causas están la errática política del gobierno con anuncios sobre la caducidad del diésel que ha tenido efectos demoledores, la inestabilidad política que padece el país desde que Rajoy fue descabalgado del poder por la moción de censura que llevó a Sánchez a la Moncloa y la falta de presupuestos que hace que el gobierno siga manejándose con los que aprobó el Partido Popular.
(Publicada en ABC Córdoba el 11 de septiembre de 2019 en esta dirección)
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