Lo que ha hecho el gobierno municipal de Córdoba, siguiendo la iniciativa de una edil de Podemos, es lo más parecido a lo que nos señala el refrán cuando dice que se le está poniendo una vela a dios y otra al diablo. Dicha iniciativa hemos de encuadrarla en el ideario de quienes no comparten buena parte de los valores y los planteamientos en los que se asienta la llamada civilización occidental. Una civilización a la que ellos pertenecen pese a que en gran medida abominen de ella. Una civilización que con todos sus problemas e injusticias les ha permitido guardar ese minuto de silencio por las víctimas de los bombardeos de la aviación francesa sobre la ciudad de Al Raqa, la capital del autoproclamado estado islámico. Allí, en Racca, donde imperan otros principios muy diferentes a los de occidente, la representante de Podemos no habría podido guardar un minuto de silencio por la víctimas asesinadas en París. Es decir, no podría haber guardado un minuto de silencio por los asesinados en una sala de fiestas donde escuchaban un concierto de rock, algo que para los radicales islámicos de Al Raqa es una especie de antesala del infierno que hay que cerrar. Tampoco por quienes se sentaban en las terrazas de los restaurantes parisinos, posiblemente tomando alguna bebida alcohólica o tomando algún plato con carne de cerdo, otros de los abominables pecados de la sociedad occidental.
La cuestión no es baladí y menos aún en una ciudad como Córdoba, vieja capital de Al-Andalus, que en todos los comunicados es uno de los objetivos señalados por el denominado califato islámico. Tampoco lo es porque la iniciativa de la edil de Podemos fue secundada por el gobierno municipal al completo con su alcaldesa, Isabel Ambrosio a la cabeza, cuya delicada situación al frente del ayuntamiento con un grupo de sólo siete concejales, pudo hacernos pensar que se vio arrastrada por la situación del momento; pero no fue así porque la alcaldesa se ratificó en su postura de sostener ese minuto de silencio por las víctimas de los bombardeos, que, según la información de que disponemos, fueron varias docenas de yihadistas.
Con ese gesto, con ese minuto de silencio por las víctimas de los ataques de la aviación francesa sobre Al Raqa, que ha hecho de Córdoba un referente de lo que es la estulticia llevada a su máxima expresión, se ha equiparado a quienes han muerto, por el simple hecho de pertenecer a una sociedad en la que se piensa de forma diferente al credo que guía a sus asesinos, con esos asesinos que son el objetivo de los bombardeos. Con ese minuto de silencio se da apoyo a quienes, porque las consideran blasfemas, están destrozando importantes obras de arte, que son patrimonio de la humanidad -no estamos hablando de una celosía labrada en 1972, que se toma como pretexto para ciertas actuaciones, sino esculturas de los antiguos imperios asirio y aqueménida destruidas en Mosul o de columnatas demolidas en Palmira-. Con ese minuto de silencio también se da apoyo a quienes asesinan a los homosexuales por el hecho de serlo, consideran a la mujer poco más que un objeto sexual al servicio del varón o convierten en un espectáculo, mediante videos que exhiben impúdicamente, el acto de degollar a seres humanos porque no comparten sus planteamientos o forman parte de una sociedad a la que ellos se refieren como la de los cruzados.
(Publicada en ABC Córdoba el 21 de noviembre de 2015 en esta dirección)