Ante los retrasos e incumplimientos de la Junta, es mejor una Aldea de la Justicia ya que la Ciudad les queda grande.

Los romanos, que sabían mucho de arquitectura, construcciones y urbanismo, dejaron muestras extraordinarias de su buen hacer. Muchos y valiosos ejemplos de ese hacer los tenemos en Córdoba y no siempre han sido debidamente valorados, aplastados por el peso de la herencia musulmana. En cuestiones urbanísticas los romanos destacaron, entre otras cosas, por la clara diferenciación que tenían para determinar la categoría de las poblaciones, según sus funciones o su importancia. Así, por ejemplo, denominaban oppida a los lugares elevados y fortificados para facilitar su defensa. Eran un especie de plazas fuertes, que no eran lo mismo que un castrum, denominación que recibía un campamento que se articulaba en función de dos grandes calles que se cruzaban y recibían el nombre de cardos —cardo máximo y cardo decumano—. También estaban las colonias —Córdoba en su origen fue Colonia Patricia—, fundadas a veces para instalar a legionarios romanos a los que se pagaban los servicios prestados con lotes de tierra en la zona donde se erigía la colonia. Existían las villae —conjuntos campestres dotados de ciertas comodidades—, las civitates —dotadas de importantes edificios públicos— y en la cúspide la urbs, la ciudad. Roma era la urbs por antonomasia.

Herederos de los romanos en tipología urbana, como en tantas cosas, hemos establecido el término ciudad para las poblaciones de mayor relevancia. Los pueblos, las villas o las simples aldeas tienen una connotación menos importante. Tal vez, por ese deseo de dar relevancia a ciertas funciones o actividades se han denominado como ciudad deportiva o ciudad financiera a construcciones que albergan instalaciones para la práctica de diversos deportes o trabajar en el mundo de las finanzas. Hubo una época en que el urbanismo municipal denominó con el atractivo nombre de «ciudad jardín» a ciertos barrios donde, las más de las veces, los jardines brillaban por su ausencia. En esa línea se han construido ciudades de la justicia que son hoy realidad en la mayor parte de las capitales de provincia de Andalucía. En ellas se da cabida a los juzgados, la fiscalía, las salas de las audiencias y otros servicios jurídicos. Sin embargo, en Córdoba, la parcela del Arroyo del Moro, destinada hace una década a levantar en ella la ciudad de la justicia sigue luciendo un verde pastizal que en verano, por mor de la climatología, se transforma en un secarral. Se ha perdido la cuenta de las promesas, los anuncios y las declaraciones sobre el inminente comienzo de las obras, avaladas por la existencia de consignación presupuestaria. Todo quedaba en agua de borrajas, como suele decirse.

Después de diez años el consejero de Justicia afirma, en sede parlamentaria, que él no ejerce de pitoniso (sic) para adivinar cuando la Ciudad de la Justicia puede, no ya entrar en funcionamiento, sino dar una fecha para el comienzo de las obras. Ahora, lo que se anuncia es un nuevo retraso, según parece, por dificultades financieras de la UTE que la construirá para alquilársela a la Consejería hasta que el inmueble pase a ser propiedad de la administración pública.

Quizá sería mejor pedir que, en lugar de construir una ciudad, que construyan una aldea. Una simple aldea, pero que sea ya. Por favor.

(Publicada en ABC Córdoba el 26 de abril de 2014 en esta dirección)

Deje un comentario