Tras el éxito electoral del pasado mes de junio cosechado por el Partido Popular y su candidato Moreno Bonilla, los populares conseguían cincuenta y ocho escaños y prácticamente doblaban los treinta obtenidos por los socialistas, logrando una holgada mayoría absoluta, que hace sólo unos cuantos años era impensable, se configuró un nuevo gobierno.
Con esos resultados los populares no necesitaban cogobernar con Ciudadanos, que había desaparecido del panorama político, y tampoco el apoyo parlamentario de Vox para sacar adelante sus iniciativas. Moreno Bonilla tenía las manos libres para configurar el nuevo ejecutivo. El organigrama diseñado no concedía a la cultura la consideración que debe tener por numerosas razones que no vamos ahora a enumerar. Esa no era una decisión acertada.
La cultura merece por su importancia social y si quieren también económica, no quedar como un fleco de una consejería donde prima el turismo, cuya actividad económica y repercusión social en Andalucía es incuestionable, siendo uno de los pilares que sustentan su economía. En la Consejería de Turismo quedaba así mismo embutido el deporte, también como fleco. Tanto una como otra han quedado como meros apéndices. Al frente de dicha consejería se colocó a Arturo Bernal Bergua, muy ligado al mundo del turismo, fundamentalmente a Málaga y la Costa del Sol.
Esa postergación de la cultura ha tenido recientemente algunos episodios que apuntan a que las cosas no se están haciendo bien, marcando una importante diferencia con lo hecho en el anterior gobierno de Moreno Bonilla, donde Patricia del Pozo, como consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, realizó una labor importante.
Se han producido ceses en cargos cuyos titulares habían accedido a ellos mediante un concurso de méritos -una prueba de los aciertos de la anterior consejera-, sin más que unas pobres explicaciones, como señalar que forman parte de los movimientos con la llegada de un nuevo gobierno. Por las formas, parecen más propios de un cambio de gobierno, pero de color político, que no es el caso que nos ocupa.
Los ceses, más bien, apuntan a tensiones internas entre facciones de los populares de diferentes territorios. Ese es muy mal camino, que viene a unirse al poco aprecio que el organigrama gubernamental de Moreno Bonilla se ha concedido a la cultura. Estamos a comienzos de la legislatura, el Partido Popular tiene una mayoría parlamentaria que, como hemos apuntado, le permite gobernar sin las cortapisas que supone tener que negociar y tomar decisiones que han de contar con el apoyo de otros grupos.
Esto último, sin duda, supone más dificultades para el ejecutivo. Pero también es cierto que obliga a negociar muchas de las decisiones y, desde luego, a ser más cuidadoso a la hora de tomarlas. No parece que haya habido mucho cuidado en lo que se refiere a un terreno tan sensible como es el mundo de la cultura. Posiblemente porque se la ha considerado como un pobre apéndice de una consejería que tiene como objetivo primordial gestionar el turismo.
La cultura merece algo más que el inadecuado tratamiento que se le está dando en la Junta y, desde luego, no puede ser campo de batalla entre facciones internas en el partido gobernante como apuntan algunos indicios porque ese es un camino malo, muy malo.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 11 de noviembre de 2022 en esta dirección)