La Historia de España es tan rica en acontecimientos y larga en el tiempo que es complicado que una fecha de nuestro tiempo no se convierta en una efemérides. Estamos en el octavo centenario de la llegada al trono de Castilla de Fernando III, uno de los grandes reyes de nuestra Edad Media, estamos en el centenario del año que marcó el final del sistema político de la Restauración aunque prologó durante seis años una vida agónica finiquitada por el golpe de estado de Primo de Rivera. Pero queremos poner de manifiesto que estamos ante dos efemérides tricentenarias -ambas tuvieron lugar en 1717- y significaron hitos importantes en nuestra historia.

Uno de ellos fue el traslado de la Casa de la Contratación -organismo que controlaba aspectos muy variados de todo lo relacionado con las Indias- desde Sevilla, donde había estado desde su fundación a comienzos del siglos XVI cuando todavía no se tenía una idea clara de lo que habían significado los primeros viajes al otro lado del Atlántico, hasta Cádiz. Sevilla se resistió cuanto pudo a aquel traslado, más que nada por cuestión de prestigio, porque la realidad era que las llamadas flotas de Indias hacía tiempo que partían del puerto gaditano, cuyas defensas habían sido muy reforzadas y ante las crecientes dificultades que para los galeones suponía pasar la temible barra de Sanlúcar y remontar el Guadalquivir. Cádiz se convertía así, a partir de esta fecha en la ciudad cabecera de Indias hasta que en 1778, en el reinando Carlos III, se decretó la libertad de comercio.

El otro acontecimiento acaecido en el año 1717 también está relacionado con Cádiz. Nos referimos a la creación de la Academia de Guardias Marinas, primer antecedente de la actual Escuela Naval Militar. Fue obra de uno de los grandes ministros del reinado de Felipe V, don José Patiño que tomó la iniciativa de crear un centro educativo donde se formaran, adecuadamente, los oficiales de la Real Armada. La formación que recibían en ella era una combinación de teoría y práctica con la que se buscaban buenos oficiales y al mismo tiempo caballeros que respondieran en su comportamiento a los usos sociales de la época. Entre las disciplinas impartidas, más allá de matemáticas, física, cartografía o náutica, estaban la esgrima o la danza.

El alto nivel de las enseñanzas impartidas en ella la convirtió en una de las más prestigiosas instituciones académicas de la Europa del siglo XVIII, hasta el punto de que algunos de sus alumnos procedían de otros países. Por sus aulas pasaron figuras tan ilustres como el noveldense Jorge Juan y Santacilia, que mediría el meridiano terrestre demostrando que la tierra era redonda, pero no una esfera, al estar achatada por los polos y llevaría a cabo una curiosa y fructífera misión de espionaje. El sevillano Antonio de Ulloa, autor de numerosas obras científicas y compañero de Jorge Juan. El egabrense Dionisio Alcalá Galiano, excelente cartógrafo y descubridor de la isla que lleva su nombre. El bilbaíno José de Mazarredo y Salazar, considerado el mejor marino de su tiempo. La Academia de Guardias Marinas se mantuvo en Cádiz hasta 1769, en que fue trasladada a la Isla de León, actual San Fernando.

Como señalábamos al principio, un pasado tan rico como el que nos ofrece nuestra historia merece ser recordado, pese a quienes consideran adecuado hacer tabula rasa porque en su adanismo, que tiene mucho de soberbia, piensan que el mundo comienza con ellos.

(Publicada en ABC Córdoba el 19 de agosto de 2017 en esta dirección)

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