La reyerta, casi callejera, del pasado uno de octubre, que se vivió en la sede del POSE, tanto dentro como fuera, encuentra su explicación, según hemos podido, saber en tres folios. Tres simples papeles que contenían todo un plan de ambiciones, el del ¿defenestrado? Pedro Sánchez y que sólo conocían sus más allegados.

En esos tres folios se planteaba como llegar a la investidura con sólo 85 diputados -quizá eso explique por qué varios barones socialistas reiteraban una y otra vez que no se podía aspirar a gobernar con ese número de diputados- porque lo más llamativo del caso era que Sánchez se proponía gobernar en solitario, buscando en cada momento los apoyos necesarios para salir adelante. Eso es lo que en tiempo de Rodríguez Zapatero se conocía en las filas socialistas como “geometría variable” y que pone de manifiesto la paternidad de  cuando menos una parte del plan en lo que se refiere a cuestiones de estrategia política. Para la investidura -imprescindible para ese gobierno en solitario- se pensaba contar con el apoyo de Podemos y una abstención de Ciudadanos porque el pacto con los independentistas catalanes era una prohibición acordada por el Comité Federal del PSOE, como acordado estaba el no a la investidura de Rajoy. Sólo en el caso de que no se lograra la abstención de Ciudadanos, según se consignaba en los tres folios de marras, se acudiría al apoyo de los independentistas. La incompatibilidad de Ciudadanos con Podemos se podría conjurar a partir de dos elementos. Primero que los podemitas no entrarían en el gobierno -habría que ver si un personaje tan pagado de sí mismo como Iglesias podría admitir tal cosa- y segundo que era la única forma, ante el no reiterado de los socialistas a Rajoy, de evitar unas terceras elecciones, una posibilidad que pone los pelos como escarpias en Ciudadanos.

El plan diseñado, en realidad era solamente un esbozo con demasiadas vías abiertas y dependiendo de numerosos condicionantes. Lo más estable era que contemplaba un programa de mínimos -también tenía sus lagunas- que podía someterse a la consideración de Podemos, el PNV, Compromís y los independentistas catalanes. Básicamente se trataba  de tomar medidas económicas encaminadas a rebajar el malestar social, respeto a los compromisos adquiridos con la Unión Europea, luchar contra la corrupción y regenerar la vida política, y una reforma constitucional sobre la base de poder afrontar los retos de los independentistas en el marco de la nueva constitución. Este último punto era una versión del cuento de la lechera ya que cualquier reforma constitucional tenía que pasar necesariamente por un acuerdo con el Partido Popular. Es decir, el plan no contemplaba la formación de un gobierno heterogéneo, sino que partía de una declaración de principios poco concretados con un gobierno en solitario de los socialistas. Los encargados de buscar apoyos eran leales sanchistas: Miquel Iceta en Cataluña y Rodolfo Ares en el País Vasco; además, los valencianos de Compromís estaban dispuestos a echar una mano en el papel de mediadores

Sin embargo todo el proyecto, se encontró con un problema grave tras el fenomenal varapalo recibido por los socialistas en las elecciones gallegas y vascas del 25 de septiembre. Sánchez, a la desesperada, anunció la convocatoria de un Congreso extraordinario y una consulta a la militancia, al más puro estilo podemita. Entre los barones del PSOE se encendieron todas las alarmas y lo ocurrido ya lo sabemos. Los tres folios quedaron reducidos a cenizas.

(Publicada en ABC Córdoba el 15 de octubre de 2016 en esta dirección)

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