Ha habido épocas en que, por alguna circunstancia concreta, Andalucía fue centro de espías. Un caso histórico lo tenemos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania de Hitler trató a apoderarse de Gibraltar para cerrar a los británicos la ruta mediterránea de abastecimiento. La bahía de Algeciras fue un hervidero de espías. Se reunían en el hotel Reina Victoria –todavía hoy en actividad- y en la Venta de Miraflores, hoy desaparecida. Por lo que hemos sabido recientemente también fue objeto de atención para los espías norteamericanos durante los años que siguieron a la muerte de Franco. Saber que la España de los años que hemos dado en llamar como la Transición era objeto de atención preferente para los Estados Unidos de Norteamérica y que su servicio de inteligencia, la CIA, elaboraba informes sobre la situación que se vivía en aquellos años, no era necesario que documentación reservada, que permanece clasificada una serie de años, quedase desclasificada, como ha ocurrido recientemente con los dichos informes de la CIA. Era algo del dominio público el interés que tenía para los Estados Unidos la deriva política que podía tomar España tras la muerte de Franco. Pero si ha constituido una sorpresa, al menos lo ha sido para quien escribe esta columna, que el espionaje norteamericano estuviera muy interesados en lo que pudiera ocurrir en Andalucía o les interesaba saber lo que pensaban por aquellas fechas los andaluces, según daba a conocer días atrás ABC, en un reportaje titulado “Los papeles de la CIA”
Ignoro si ese interés estaba ligado al hecho de que en Andalucía había, y sigue habiéndolas, dos bases norteamericanas –Morón de la Frontera (Sevilla) y Rota (Cádiz) de alto valor estratégico para el ejército estadounidense. Tal vez ese interés derivara de la importancia electoral de Andalucía en el conjunto de España, dado su importante peso demográfico, el mayor de toda España.
Llama la atención que en esos informes se preste atención a la situación que se vivía en Andalucía y a algunos de los andaluces de mayor proyección política en aquellos años. También llaman la atención las atinadas conclusiones a que llegaban los agentes del servicio de inteligencia norteamericano. Vaticinaron, por ejemplo, con una antelación de varios años, que Manuel Chaves sería ministro de Trabajo. También sorprende el interés que prestaron al entonces PSA, más tarde Partido Andalucista. Posiblemente, debido al importante resultado electoral obtenido en las elecciones generales de 1979 y que tanto preocupó al PSOE y a su vicesecretario general de entonces, Alfonso Guerra. Consideraban los agentes de la CIA como positivo que el PSA pasara de haber obtenido 325.000 votos en 1979 a convertirse en una fuerza extraparlamentaria y en uno de los informes, ahora desclasificados, señalaban que en regiones como Navarra, Galicia o Andalucía había un sentimiento regional, pero que estaba muy lejos del independentismo y, por supuesto, ese sentimiento no era antiespañol, cuya existencia si apreciaban en el País Vasco o en Cataluña. Señalaban el apoyo de los andaluces a sus señas de identidad culturales y que consideraban que desde el gobierno central se maltrataba a Andalucía.
Ese sentimiento detectado por la CIA en informes que en su tiempo fueron “Top Secret” -defensa de las raíces culturales y maltrato dispensado por los gobiernos de Madrid- fue el que, con errores, intentó canalizar el PA. Cuando, con Julián Álvarez como secretario general, abandonó esa línea y quiso semejarse a ciertos planteamientos propios de Cataluña o el País Vasco, caminó hacia su desaparición.
(Publicada en ABC Córdoba el 23 de marzo de 2019 en esta dirección)