Dependiendo del resultado que arrojen, las reacciones son muy dispares. Cuando lo que apuntan no conviene a sus intereses electorales se llega incluso a la descalificación, sobre todo si el medio de comunicación que lo hace público no se muestra en sintonía con los planteamientos y las actuaciones del partido. En esas circunstancias adversas se suele aludir a la existencia de otros sondeos que señalan resultados diferentes o a la contundente afirmación de que el verdadero sondeo será el que ofrezcan las urnas el día de las elecciones. Se alude también a que el número de los indecisos es muy importante o que no es la primera vez que se le han dado la vuelta a las encuestas. Argumentos todos para negar los resultados que señalan los sondeos. Cuando, por el contrario, los datos son favorables, más allá de no descalificar el trabajo, ni hacer referencia a los indecisos, se suele guardar la compostura verbal. Se señala que no se pueden echar las campanas al vuelo y hasta se afirma, aunque con la boca chica, que ha de esperarse al veredicto de las urnas. Las expresiones, sin embargo, son muy diferentes de puertas para adentro.
Se avecina un tiempo de encuestas y sondeos, y seremos testigos de un abanico de reacciones ante sus resultados. Es cierto que un sondeo es una foto fija hecha en un momento determinado y que las circunstancias pueden cambiar en muy poco tiempo. Si no, que se lo pregunten a Aznar, cuando en 1996, a pocos meses de la cita electoral, sacaba a Felipe González lo que parecía una ventaja insalvable y acabó ganando salvado por la campana de la fecha electoral, o que se lo digan a Rajoy que vivió el espectacular vuelco electoral de 2004, en sólo setenta y dos horas.
Todos los sondeos apuntan a qué el próximo 20 de noviembre el PP resultará vencedor y Rajoy, al que ya se le escapan algunas indiscretas expresiones, será el próximo inquilino de la Moncloa. La diferencia con el PSOE se sitúa entre los 14 y los 15 puntos. Eso anuncia una mayoría absoluta de los populares y pronostica un batacazo electoral socialista de dimensiones planetarias, que diría Leyre Pajín. Esos sondeos apuntan a que el llamado efecto Rubalcaba fue flor de un día y que su crédito disminuye ante una campaña donde ahora promete remedios, habiendo sido parte sustancial de esa inconsistencia que es el zapaterismo y que tantos desaguisados ha perpetrado, desdiciéndose continuamente de sus propios planteamientos.
Sin embargo, el PP debe saber que un solo error puede torcerle el que parece un camino de rosas, tiempo hay para ello y mimbres no le faltan a quien organizó las concentraciones de protesta ante las sedes populares en vísperas de otras elecciones. Es una gran verdad lo que, aunque por razones diferentes, se afirma ante los sondeos: lo verdaderamente importante son las urnas y esas, como ocurre a veces con los testamentos, dan sorpresas.
(Publicada en ABC Córdoba el día 22 de Octubre de 2011 en esta dirección)