Ha terminado lo que se suele denominar como resaca electoral. Ha transcurrido una semana desde la celebración de las elecciones municipales y también, en una buena parte de España, elecciones autonómicas. Las aguas, agitadas por los resultados electorales, no se han remansado en muchos lugares, pero por todas partes se asumen los resultados. El Partido Popular ha recibido -en términos globales- un gran varapalo que le ha llevado a la pérdida de la mayoría absoluta en casi todas las plazas, si bien en gran parte de ellas sigue siendo la fuerza más votada. El PSOE ha salido trasquilado, con una notable pérdida de votos -los peores resultados en unas municipales desde 1979-, pero el batacazo de los populares ha permitido a socialistas sacar pecho. Puede gobernar en muchos ayuntamientos y algunas comunidades autónomas donde han perdido. Izquierda Unida ha sido laminada y ha desaparecido en muchos puntos del mapa electoral. Mientras que Ciudadanos y Podemos -estos últimos enmascarados en las elecciones municipales, pese a que ahora se irrogan los éxitos, donde los han tenido-, las dos fuerzas emergentes, han sido los vencedores, pero sin cubrir las expectativas que les daban las encuestas.
Con ese panorama, ha llegado el momento de los pactos, que es una consecuencia de la falta de mayorías absolutas. Supone un ejercicio complejo en una democracia como la nuestra poco habituada, superado el tiempo de la Transición que lo fue de mucho diálogo y mucho pacto, a la negociación política. La situación se presenta compleja. Todos quieren más de lo que les correspondería. Me parecen muy significativas las declaraciones de Ada Colau, calificando de fraude electoral -son palabras textuales suyas- la posibilidad de que se planteara un acuerdo que le impidiera investirse alcaldesa de Barcelona siendo la lista más votada. Aclaremos que Colau sólo tiene 11 de los 45 concejales del consistorio, lo que supone un veinte por ciento. A la líder del movimiento antidesahucios le parecerá natural que en Córdoba, por ejemplo, donde el Partido Popular tiene los mismos escaños que ella, sólo que en una corporación que suma 29 concejales, haya un pacto para que su candidato de los populares se quede en la oposición. En este tiempo de pactos, que ahora comienza, en realidad, veremos funcionar las distintas varas de medir que serán utilizadas sin el menor rubor, según las particulares conveniencias de cada grupo. Los pactos darán también darán lugar a enfrentamientos internos en el seno de los propios partidos, ya que los acuerdos serán incumplidos en muchos sitios por razones particulares y ligadas al localismo. Incluso en acuerdos más amplios, como los que afectan a los gobiernos de las comunidades autónomas, surgirán divergencias. Resultan evidentes entre Pedro Sánchez, quien desdiciéndose de sus propias afirmaciones de que jamás pactaría con Podemos, se muestra ahora proclive a hacerlo porque sabe que con su apoyo puede conseguir importantes parcelas de poder que enmascararán sus malos resultados en las urnas. Susana Díaz por el contrario no ve tan claros los acuerdos con Podemos porque supone escorar al PSOE hacia posiciones más radicales. En el terreno del Partido Popular las alianzas -al menos sobre el papel- sólo pueden venir de la mano de Ciudadanos, pero los escándalos de presuntas corrupciones que diariamente le explotan pueden dificultarlas.
En estas semanas es posible que veamos cosas que, en principio, pueden resultar extrañas. ¿Quién será alcalde de Cádiz? ¿Quién posibilitará la investidura de Susana Díaz?
(Publicada en ABC Córdoba el 3 de junio de 2015 en esta dirección)