Este otoño de 2016 es poco otoño. Las temperaturas están resultando demasiado elevadas y el llamado veranillo del membrillo o de San Miguel, que suele hacer acto de presencia en las primeras semanas de la estación -finales de septiembre y primeros de octubre-, se está prolongando, al menos, hasta los primeros días de noviembre. Puede que sea un efecto más del cambio climático o tal vez se deba a que nuestro clima mediterráneo es propicio a estas irregularidades y cuando aparecen suelen dar lugar a comentarios desproporcionados sobre sus causas y efectos. Pese a esa irregularidad, cuando el otoño avanza y nos lleva hasta noviembre aparecen las castañeras o castañeros, que alguien podría molestarse. Este es tiempo de castañas desde hace mucho tiempo. Tanto que uno de los escasos testigos del atentado acaecido en la calle del Turco y que acabaría por costarle la vida al general Prim era una castañera. Tenía su puesto en la confluencia de dicha calle con la de Alcalá. Cuando sucedió el magnicidio ya había pasado el otoño y acababa de estrenarse el invierno astronómico -era 27 de diciembre- y en Madrid nevaba aquella tarde. A la castañera hubo alguien que debió convencerla -ignoramos el procedimiento utilizado- de que debía tener la boca cerrada. Cuando fue interrogada por la policía o compareció ante el juez no recordaba absolutamente nada de lo ocurrido.
Este tiempo de castañas, en lo que se refiere al año presente, nos ha traído algunas castañas, pero no en forma del sabroso y nutritivo fruto que, según del Diccionario de la Real Academia, es del “tamaño de la nuez y está cubierto de una cáscara gruesa y correosa de color marrón oscuro”. Hemos asistido a otras castañas, cuyo significado también está recogido en el diccionario como “bofetada o cachete”, de ahí que castañazo sea sinónimo de golpetazo o puñetazo. Incluso puede utilizarse el término castaña para señalar que una cosa es “aburrida, fastidiosa o de mala calidad”. Díganme si no ha sido una castaña la que han protagonizado los diputados del Partido Socialista de Cataluña en la sesión de investidura del presidente del gobierno. Participan en la toma de decisiones del Comité Federal del PSOE y, si no cuadran a sus planteamientos, argumentan que en sus órganos de gobierno han decidido otra cosa para saltarse a la torera los acuerdos adoptados. ¡Todo un castañazo! Castañazo también son las declaraciones de Pedro Sánchez a una cadena de televisión en la que ha afirmado que su deseo es reconstruir el partido socialista. ¿Reconstruirlo? ¿Por qué? ¿Está destruido? Sánchez ha sido su secretario general en los últimos años. ¡Menuda castaña! Ha hecho mucho daño al partido que dice querer reconstruir, posiblemente por la desazón que anida en él como consecuencia de su salida de la secretaría general del PSOE. Aunque para castañazo el que protagonizó, en una actuación algo más que deplorable, Gabriel Rufián, diputado de Esquerra Republicana en la mencionada sesión de investidura. ¿Su origen, sin pedigrí catalán, le lleva a cometer los excesos que suelen ser habituales entre quienes, conversos a un credo -en su caso al de los independentistas catalanes-, han de hacerse perdonar sus orígenes? Es lo que se llama el furor de los conversos.
Estamos en tiempo de castañas, algunas verdaderamente pilongas, que es como algunos llaman a las castañas de indias o castañas locas, aunque no hayan estado secadas al humo y guardadas todo el año que es la acepción correcta de pilonga.
(Publicada en ABC Córdoba el 5 de noviembre de 2016 en esta dirección)