Jordi Pujol se niega a entregar al juez el documento notarial de su padre con el que explica el dinero que tiene en Suiza.
LOS testamentos, como otras piezas documentales conservadas en los archivos notariales, han sido un material de gran interés para los investigadores del pasado. Constituyen una documentación de primera importancia para acercarnos a aspectos de la vida cotidiana de épocas pretéritas, si bien es cierto que, al menos en lo que a tasaciones, valoraciones y precios de los inmuebles se refiere, han de ser utilizados con cautela. Pueden llevar al investigador a conclusiones falsas. Es conocida la tradicional valoración, muy por debajo de los precios de mercado, que se hacía de las propiedades con la finalidad de evitar las imposiciones fiscales ligadas a las transmisiones y ventas que hoy están mucho más controladas por la Hacienda Pública.
En el caso concreto de los testamentos nos encontramos con que ha sido frecuente que deparen toda clase de sorpresas. Los notarios han sido testigos de cómo en sus oficinas se han producido momentos de violencia, contenida o desatada, al desvelarse las voluntades de los difuntos. Se han vivido situaciones de escepticismo, incredulidad e incluso esperpénticas. Gentes que se han quedado sin habla al escuchar por boca del notario la voluntad de un finado respeto al destino de sus bienes. Las sorpresas han sido frecuentes, y las desavenencias y los conflictos familiares han sido corrientes, una vez conocida la letra de los testamentos.
Un caso que por su notoriedad ha despertado toda clase de opiniones y comentarios ha sido el testamento del padre del ex molt honorable Jordi Pujol. Su confesión, declarando que había ocultado en paraísos fiscales varios millones de euros procedentes, según sus propias declaraciones, de la herencia testamentaria de su padre. Más allá de provocar un terremoto político, ha causado sorpresa en el ámbito familiar. A la hermana de Pujol le faltó tiempo para preguntar por esos dineros de los que no había tenido la menor noticia durante los más de treinta años transcurridos. Cuando decíamos que los testamentos han deparado situaciones que llegaban al esperpento aquí tenemos un caso. Debía de tratarse de un testamento secretísimo, con instrucciones al notario, muy precisas y, desde luego, de dudosa legalidad en el caso de que dicho testamento hubiera sido registrado en una oficina notarial y abierto en el plazo marcado por la ley. Puede ser que se trate de un testamento ológrafo confiado exclusivamente al ex molt honorable; en ese caso tendría que haberlo puesto en conocimiento del juez de Primera Instancia del último domicilio del testador en un plazo determinado y el juez habría dado conocimiento a sus herederos. Pero como decimos la sorpresa de la hermana señalaba un desconocimiento total de su existencia. El ex molt honorable se niega a entregar ese testamento, oculto durante tantos años, al juez, en una absoluta falta de colaboración con la justicia. Dadas las circunstancias, todo hace sospechar que su existencia resulte de dudosa credibilidad y lo del testamento paterno sea una burda mentira inventada por el que fuera presidente de la Generalitat para buscarle salida a unos dineros poco claros, relacionados con presuntas comisiones y corrupciones. Esta historieta testamentaria no es óbice para seguir afirmando que los testamentos son fuente de toda clase de sorpresas y… sobresaltos.
(Publicada en ABC Córdoba el 29 de noviembre de 2014 en esta dirección)