La situación vivida el pasado 15 de enero en el Parlamento de Andalucía revestía un carácter excepcional. Por primera vez en la historia de nuestra democracia el discurso de investidura era pronunciado por un aspirante a convertirse en presidente que no pertenecía al PSOE. Era lo que habían dictaminado las urnas el 2 de diciembre. El pueblo, como durante casi cuatro décadas habían señalado de forma reiterada los líderes socialistas cuando ganaban las elecciones, es sabio y sabe lo que vota. Suponemos que siguen pensándolo, aunque nada han dicho al respecto en esta ocasión, que admiten que el pueblo seguía sabiendo lo que hacía cuando introducía la papeleta en la urna.
Resultaba excepcional ver a un candidato del PP ofreciendo a la cámara un programa de gobierno. Los resultados de esa exposición no tuvieron ya ese carácter de excepcionalidad. En las declaraciones de los diferentes grupos presentes en la cámara en la valoración al discurso del candidato no hubo novedades. El portavoz de Ciudadanos, por una parte, y el de VOX, por otra, manifestaban su conformidad con lo expuesto. Afirmaron que respondía a las líneas maestras del acuerdo cerrado (Ciudadanos) o le gustaba la música y la letra de lo dicho (VOX). Por el contrario, les parecía un discurso vacío de contenido, sin un programa de gobierno para Andalucía, caso de los socialistas, y una especie de amenaza maligna, que traerá toda clase de maldades, para la portavoz de Adelante Andalucía y para quien en esa coalición representa a la extinta, al menos electoralmente hablando, Izquierda Unida.
En la calle, en los aledaños del Parlamento se producía también una situación excepcional, que no dignifica precisamente a la democracia. Nunca, anteriormente, se había producido lo que ahora ha dado en llamarse un escrache en una jornada de investidura. Nunca ocurrió cuando el candidato era socialista, pese a la corrupción. Las féminas no se manifestaron cuando se supo que el dinero de los parados, en una tierra que bate records de paro, se gastaba en prostíbulos donde se degrada la dignidad de la mujer por unos desalmados. Ahora, en este 15 de enero, centenares de manifestantes, principalmente mujeres, muchas de ellas venidas de diferentes puntos de Andalucía en autobuses, todo apunta a que fletados por el PSOE, se manifestaban contra esa investidura, alegando que el candidato del PP iba a ser investido con los votos de VOX -a los que cerca de cuatrocientos mil andaluces dieron su confianza el 2 de diciembre-, lo que es un acto tan legal y legítimo como el que los votos de los podemitas, los independentistas catalanes o los herederos políticos de una banda de asesinos conviertan a Pedro Sánchez en Presidente del Gobierno. La protesta se explicaba porque dicho partido había manifestado su rechazo a la legislación de igualdad de género.
Esas declaraciones de VOX, que está en su derecho de hacerlas, como también están en su derecho de manifestarse quienes rechazan esas declaraciones, nos parecen lamentables, cuando menos. Como lamentable nos parece que un partido político que ha gobernado tantos años en Andalucía, de alas a un escrache el día en que se debate la investidura de un presidente. Algunos deberían recordar que uno de los principios básicos de las democracias es la alternancia en el poder, que los acuerdos entre fuerzas políticas son normales incluso cuando se trate de una coalición para que gobierne un partido que no ha ganado las elecciones. Ocurre en Andalucía y ocurre en España.
(Publicada en ABC Córdoba el 19 de enero de 2019 en esta dirección)
El PP no gobernó antes porque nunca tuvo con quien pactar…En su momento Javier Arenas le ganó al PSOE pero nadie quiso hacer coalición con el.
La política permite éstas cosas porque jamás se ha tocado la ley electoral pero parece que debe ser más válida para unos que para otros.
Buen camino y buen trabajo.