El fenómeno no se está produciendo solamente en España. Ocurre en buena parte de los países de Europa y también al otro lado del Atlántico. Los populismos, tanto por la derecha como por la izquierda, ganan adeptos y esas posiciones ideológicas hacen que el denominado centro político se esté vaciando, peligrosamente.
En un país como Italia los populistas coaligados con la xenófoba Liga Norte se han hecho con el poder y un político como Matteo Salvianies vicepresidente del gobierno y ministro del Interior. En Francia, el Frente Nacional de Marinne Le Pen obtiene porcentajes de votos muy elevados y es claramente mayoritario en algunas zonas de del país. El propio Emmanuel Macron es un producto de ese nuevo fenómeno En HungríaViktor Orban desarrolla políticas populistas con un fuerte apoyo electoral, mientras que por su parte el nacionalismo polaco se radicaliza cada vez más. En Alemania, Alternativa por Alemania, cuyos planteamientos ideológicos lo sitúan a muy pocos pasos del nacionalsocialismo, gana terreno elección tras elección, en los últimos años. Incluso en el Reino Unido la fuerza de un partido como el UKIP, liderado por un personaje como Nigel Farage, puso en marcha lo que ha acabado por conocerse como Brexit, lo que es un síntoma más de esta realidad. Estas realidades significan que en Francia el partido socialista, otrora referencia de la izquierda gala, está casi desaparecido y otro tanto ocurre con los gaullistas, partidos gubernamentales en otro tiempo. En la Alemania de Angela Merkel tanto la democracia cristiana, la CDU, como la socialdemocracia del SPD pierden terreno de forma considerable. En Italia el partido socialista hace tiempo que dejó de existir y la época de las grandes alcaldías en manos de PCI, cuando el eurocomunismo impulsado por Enrico Berliguer, han pasado a la historia. Al otro lado del Atlántico la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil no necesitan de mayores comentarios.
En España el bipartidismo, que desde la Transición había marcado la política durante varias décadas, ha perdido buena parte del fuelle. Hoy es una realidad en la política española la presencia de la ultraizquierda podemita y de Ciudadanos (partido más votado en Cataluña), e incluso se apunta -aunque Tezanos trata de ocultarlo con el «cocineo»de las encuestas del CIS- a que partidos como Vox puedan tener entrada en las futuras Cortes.
Ese, hoy denostado bipartidismo, ha dado años de estabilidad a la política española -también ha incubado serios problemas al no afrontarlos a su debido tiempo-, como lo dio en la España decimonónica otro sistema basado en el bipartidismo de los conservadores de Cánovas de Castillo y los liberales de Mateo Sagasta, pese a inadmisibles lacras a las que dio vida, como fue el caciquismo y la estela de corrupción que llevaba consigo. Los extremos de aquel sistema eran los carlistas, a los que don Ramón Nocedalhabía logrado bajar del monte, tras la tercera intentona fallida, y los republicanos que, poco antes, en 1873 habían proclamado la I República, incendiando el país en sólo once meses en que lograron que desfilaran cuatro presidentes en tan corto espacio de tiempo.
La actual fragilidad del bipartidismo -hubo quien anunció su defunción hace pocos años- está vaciando el centro político en nuestro país, al tiempo que los extremos, teñidos del populismo que sacude a las sociedades occidentales, acumulan fuerza y ganan enteros. Esperemos no tener que lamentarlo.
(Publicada en ABC Córdoba el 14 de noviembre de 2018 en esta dirección)