Una de las grandes paradojas, para la que carecemos de explicación, es lo que está ocurriendo con la importación de gas en España en los últimos meses. Las compras de gas han experimentado cambios importantes y significativos en los últimos meses.
Como consecuencia del ataque perpetrado contra Ucrania por el sátrapa del Kremlin en febrero, la Unión Europea ha ido tomando medidas, fundamentalmente de tipo económico, contra Rusia. Con ellas se busca dañar la economía rusa, uno de cuyos principales activos es el gas que suministra a Europa y que con los millones de euros diarios que percibe por ese concepto financia la guerra en Ucrania. Durante este tiempo se ha debatido la necesidad de reducir las compras de gas ruso, algo a lo que se oponían algunos países porque su dependencia de esa fuente de energía es muy elevada, caso de Alemania. Se ha barajado la posibilidad de que esas compras se fueran aminorando lentamente para no crear problemas de extrema gravedad. Lo que no entraba en el debate era aumentar las compras de gas a Rusia, por razones obvias. La política que se impulsaba desde la Unión Europea era ataque a la economía rusa y apoyo militar a Ucrania aportando armamento moderno a Kiev.
Sin embargo, la realidad en nuestro país llama la atención, no tanto porque Ucrania se queje de que la ayuda española es mínima, como ha sucedido. Es posible que no pueda ser mayor, aunque eso no se diga claramente, dada la ínfima cantidad del Producto Interior Bruto que se viene dedicando a Defensa, cuyo ministerio, según dijo Sánchez, debería de ser suprimido y ahora sostenga que es una medida progresista aumentar el gasto en ese campo —cosas de Sánchez, capaz de decir, sin inmutarse, una cosa y la contraría de un día para otro— porque la Defensa es primordial. Lo que llama la atención es que España, en lo que va de año, haya aumentado las importaciones de gas ruso en torno a un quince por ciento. Un aumento que corre paralelo a la caída de importación de gas argelino, habitual suministrador de esta fuente de energía en nuestro país, en un cuarenta y dos por ciento. Esos cambios son una paradoja, como decíamos al principio, en la actual situación por la que atraviesa Europa.
La única explicación es que Sánchez, en una decisión que tuvo mucho de autocrática, decidió dar un giro, verdaderamente copernicano, de la posición de España en el asunto del Sahara. Pasando de atender médicamente —se trató de hacer de tapadillo— al líder del Frente Polisario a sostener como válida la incorporación del Sahara a Marruecos. Ese inexplicable cambio se produce en un momento en que los problemas de abastecimiento de gas en Europa son uno de los asuntos de mayor gravedad. Esa es la causa por la que al haberse deteriorado gravemente la relaciones diplomáticas y comerciales con Argelia y disminuía la cantidad de gas que vendía a España, aumentasen las compras de gas ruso, cuando se busca crear problemas económicos a Putin. Sánchez no ha dado la menor explicación. Los rumores sugieren que los marroquíes tienen información sensible sobre sobre él y su entorno, al utilizar el programa Pegasus con el que se accedió a su teléfono.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 19 de agosto de 2022 en esta dirección)