Decían los viejos lobos de mar que con buen viento todos navegaban y que a los buenos capitanes había que verlos en las tormentas. Era entonces cuando había que sacar a relucir las cualidades y… también las carencias. Llevado a otros ámbitos de la vida humana es en los momentos de dificultad —las tormentas para los marinos— donde hay que ver la calidad y cualidades de las personas.

Ante la tragedia que se está viviendo en Valencia, y en menor medida en otras partes de Estaña, nos encontramos con uno de esos momentos de dificultad, de particular dificultad. Está fuera de los parámetros, al menos por estos lares, que, en pocas horas, caigan en torno a quinientos litros de agua por metro cuadrado. El agua lo arroya todo y las consecuencias son una catástrofe de dimensiones casi inimaginables. Ante una situación como esa los estados están en la obligación de movilizar todos los recursos disponibles para hacer frente a dicha catástrofe. Lo acaecido en Valencia ha sido de tal magnitud que, en un tiempo como el que nos está tocando vivir, los medios de comunicación han dedicado de forma monográfica sus programaciones a contar lo ocurrido, que apenas tiene precedentes en cuanto a su magnitud, al menos hasta donde se sabe. En la terrible riada sufrida por Valencia en el año 1957, que llevó a desviar el curso del Turia y que, según los expertos, ha librado a la capital de los efectos sufridos en otras localidades de la provincia, caso de Paiporta o Chiva, se acumularon en pocas horas la mitad del agua que ahora ha caído. En esos momentos difíciles en que aflora lo mejor y lo peor del ser humano, es donde han de verse los capitanes.

Lo ocurrido ha retratado muchas cosas: a miles de valencianos acudiendo en masa a ayudar a los necesitados —impresionaba ver las largas columnas de personas armadas de cepillos, cubos, escobas…, dispuesta a arrimar el hombro. Ha emocionado ver como desde tantos y tantos rincones de España afloraba la solidaridad en forma de agua, comida, productos de higiene, etc. y cargados en camiones o furgonetas con destino a Valencia para paliar las necesidades de quienes, en medio del fango, estaban sin agua, sin luz y sin comida o ver a bomberos de muchos lugares con sus camiones yendo hacia el lugar donde era imprescindible su presencia. Nos anonadó el vandalismo, el saqueo y el robo de algunos. Nos dejó estupefactos lo ocurrido en Paiporta, donde los reyes, los presidentes del gobierno de España y de la comunidad valenciana fueron abucheados y agredidos por gentes indignadas —también por quienes buscan aprovechar desde su radicalismo el momento de actuar de forma violenta—, que se consideraban abandonadas. Don Felipe y doña Leticia, aguantaron el chaparrón y estuvieron con esa gente, cara a cara y a la altura de las circunstancias. La jefatura del Estado, en el caso de España los titulares de la Corona, ganándose el respeto y la admiración. El presidente del gobierno de España, a las primeras de cambio, decidió marcharse y abandonar el lugar.

Volviendo a lo que dicen los marinos, se sabe quiénes, a las primeras de cambio, abandonan el barco. Todos han quedado retratados.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 8 de noviembre de 2024 en esta dirección)

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