David Cameron, quien viene a ser para muchos británicos lo que Zapatero para muchos españoles -Iglesias el podemita lo considera el mejor presidente de la democracia-, es el individuo que, siendo presidente del gobierno, le ha pegado una patada al avispero, sin que nadie le dijera que tenía que hacerlo. Pero… como era el presidente del gobierno. El hispano Zapatero abrió la puerta a la renovación de los estatutos autonómicos y prometió a los dirigentes catalanes, para que apuntalasen su gobierno con los votos de sus diputados en Madrid, que lo que redactara el parlament, sería respetado hasta la última coma por las Cortes españolas y fíjense ustedes por dónde vamos. El britano Cameron prometió un referéndum sobre permanecer o salir de la Unión Europea para resolver el problema que su partido, el conservador, venía arrastrando desde que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte entró a formar parte de dicha Unión Europea, porque una facción de los conservadores siempre se declaró contraria a la Unión y se posicionaba abiertamente en el campo de los euroescépticos. Miren por dónde anda el Reino Unido.
La salida de los británicos de la Unión Europea parece haber desatado a las furias del Averno. Los escoceses, que en una proporción de casi dos tercios rechazaron el Brexit, habían votado poco antes no a la independencia de su país y desligarse del Reino Unido, precisamente, para poder mantenerse en la Europa. Si alguien tenía alguna duda de que esa fue la razón fundamental, ahora se lo han aclarado. El referéndum de Cameron los ha dejado, como diría un castizo, compuestos y sin novia. Por eso ya están pidiendo repetir el referéndum independentista con el propósito de desligarse de un Estado que los ha sacado de Europa. Otro tanto se barrunta en Irlanda del Norte, donde los resultado del referéndum también señalan que se han mostrado contrarios a la salida. Los del Sinn Fein ya están planteando un referéndum, con la participación de todos los irlandeses, para desligarse del Reino Unido y asirse a la europeísta Irlanda. Hasta un sujeto como Fabián Picardo, el manijero de Londres en Gibraltar, pese a sus bravatas, está, como a casi todos los llanitos, que no le llega la camisa al cuerpo con la salida británica de Europa. Veremos en que quedan sus bravatas cuando se dejen sentir los efectos de la salida en la boyante economía del Peñón. Todo esto porque Cameron quería solucionar el que desde su entrada en Europa, a regañadientes, una parte de los súbditos de Su Graciosa Majestad no habían dejado de incordiar. Quizá porque, acostumbrados a salirse con la suya, no olvidaban el fiasco de aquel invento que fue la EFTA con el que trataron de enfrentarse al entonces Mercado Común.
Con su referéndum Cameron ha dividido al Reino Unido casi al cincuenta por ciento -la ciudad por un lado y el campo por otro, y, dicen, que también generacionalmente-, y ha logrado que parezca más un reino desunido. Recuerda al tiempo en que los Estuardo tuvieron partidarios, los jacobitas, derrotados en la batalla de Culloden (1746) o cuando los escoceses resistían los embates de los ingleses hasta la unión de 1707. Esas diferencias, con otros moldes, parecen haber resucitado por obra y gracia de un sujeto que, después de aventar el avispero, se marcha tan campante. En España tiene su alter ego y algún indocumentado se le ocurre considerarlo el mejor presidente de la democracia.
(Publicada en ABC Córdoba el 9 de julio de 2016 en esta dirección)