Los planes de pensiones, esos en los que, año tras año, hemos ido colocando los ahorrillos -una proeza actualmente-, con el objetivo de que nuestra declaración de la renta salga negativa y que al final terminan ocasionándonos pérdidas cuantiosas. Para hacerse con ellos los bancos ofrecen regalos envenenados, como por ejemplo, un dinero de bienvenida en función de la importancia del plan o un regalo que, como casi todo, responde a una escala. Si el montante del plan es tanto… tal regalo, si es cuanto… tal otro. La entidad bancaria que los gestiona te cobrará una sustanciosa comisión, aunque su gestión sea pésima y nos provoque un grave quebranto, que deja tiritando nuestros ahorros.
Las nóminas también son objeto de atención preferente. Por ahora, se trata de dinero seguro que llega a comienzos de mes. Si usted la domicilia en tal entidad… un televisor de plasma; sin lo hace en la de la acera de enfrente… un óbolo de bienvenida en forma de un puñadito de euros… Luego viene la letra pequeña del contrato. Usted no puede llevarse la nómina durante un largo plazo de tiempo, si lo hace tiene una seria penalización. Tiene que pagar comisión de mantenimiento, comisión de gestión, ha de tener una tarjeta de crédito por la que abona un puñado de euros por su emisión y otro por el mantenimiento, caso de no gastarse con ella un dinero que no tiene. También asume que le envíen una hoja de contabilidad que paga religiosamente y ha de hacerse un seguro con determinadas características, entre las que están el beneficioso pago en cómodos plazos, con la aseguradora del banco. Además tiene que domiciliar un número determinado de recibos y si, por alguna circunstancia se quedan en descubierto… ¡Ay si tiene la desgracia de quedarse en descubierto, aunque sólo sean unos días! Al final usted paga con creces el televisor de plasma o sus pagos duplican el puñado de euros que le dieron como regalo de bienvenida. Todo un regalo envenenado.
Con el regalito a usted lo han atado poco menos que de por vida al banco en cuestión porque, una vez aceptado, marcharse no es fácil. Tiene que domiciliar los recibos en otra entidad lo cual es un engorro, tiene pendientes pagos a cuenta de la tarjeta de crédito o los pagos pendientes son los plazos del seguro.
Lo mismo ocurre con las compañías telefónicas, pero como no me queda espacio, hablaremos de sus regalos envenenados otro día.
(Publicada en ABC Córdoba el 30 de marzo de 2013 en esta dirección)