Indro Montanelli, el historiador italiano que divulgó la Historia del Mundo Antiguo ante el estupor de los historiadores más aferrados al academicismo decimonónico, tituló uno de sus libros “Historia de Roma”, y otro “Historia de los Griegos”. Nos señalaen el primero de ellos que el Imperio romano fue una unidad política, además de cultural y lingüística, se hablaba latín de un confín a otro del imperio, desde la rica Hispania y la sombría Britania a las riberas del Éufrates y del Tigris. Respecto a los griegos nos contaba que nunca tuvieron un concepto de comunidad nacional. Aquel territorio era el dominio de las polis, las ciudades estado. Sólo se unieron, temporalmente, ante la amenaza persa y el desarrollo de las guerra médicas. También en esos momentos cruciales aparecieron divergencias entre ellos. Muy graves entre atenienses y espartanos. Pese a todo evitaron convertirse en una satrapía persa, aunque, siglos más tarde, acabaron siendo una provincia otomana. Sólo un extranjero, un bárbaro, pues eso era para un griego un macedonio, de nombre Alejandro, al que educó Aristóteles, y al que más tarde llamaron “el Magno”, se impuso sobre sus divergencias y los lanzó a la conquista del mundo de entonces: Asia. Pero su temprana muerte deshizo su imperio y acabaron siendo una provincia romana.
Los griegos siempre han alardeado de ser los inventores de la democracia y les asiste una parte de razón, pero eso no les da derecho a que las cosas se hagan según su particular forma de entender la vida. Además, su democracia, la ateniense, tiene muy poco que ver con las democracias actuales. Suelen alardear menos de su incapacidad política y organizativa que les ha llevado a ser un estado moderno con muchas fallas porque, en buena medida, la Grecia de hoy es poco más que un invento de los románticos con Byron a la cabeza. Esa incapacidad, junto a lo que algunos consideran astucia -propia de Ulises o Penélope- y otros picaresca, los ha llevado al borde del abismo en el que se encuentran en estos momentos.
Su economía, apenas ha sobrepasado las limitaciones del autoconsumo local en muchas de sus facetas. Su Producto Interior Bruto apenas es el 2 por ciento del de la Unión Europea. Sin embargo todo el mundo recela de las consecuencias de su salida del euro. Sería malo, muy malo para Grecia, nos dicen, y añaden a continuación que sería muy malo para Europa. ¿Por qué? ¿Porque se tambalearía la economía europea? Con los datos en la mano parece que no. ¿Sería entonces porque dejarían de pagar su tremenda deuda con la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional? No parece que vayan a pagarla ni dentro ni fuera del euro. ¿Entonces?
Todo apunta a que la respuesta es geoestratégica. Estados Unidos teme que una salida de Grecia del euro e incluso de la Unión Europea, la echaría en brazos de la Rusia de Putin. Los griegos, aunque no son eslavos, tienen lazos religiosos comunes con los rusos, son cristianos ortodoxos. Rusia compensaría una parte de la pérdida de integrantes del antiguo Pacto de Varsovia que se han pasado a la OTAN. Incluso existe el temor de que Grecia caiga en la órbita de China, cuyos ojos están puestos en El Pireo, el puerto de Atenas que desean convertir en punto de entrada de sus productos en Europa. Ahí está la razón principal al temor de que Grecia abandone la disciplina comunitaria. No es su peso económico y tampoco la impagable deuda que tienen contraída.
(Publicada en ABC Córdoba el 11 de julio de 2015 en esta dirección)