Se han hecho esperar, los presupuestos del ayuntamiento. Se han hecho esperar porque unas cuentas que deberían ser operativas, es decir que la disposición de las diferentes partidas para acometer el gasto pudieran empezar a ejecutarse a primeros de enero, tardarán todavía algunas semanas, ya que el pleno municipal acaba de aprobarlas cuando caminamos hacia mediados de febrero. Esas cuentas no serán operativas hasta que se cumplan los plazos legales de exposición pública con lo cual nos encontraremos ya en marzo, casi en vísperas de la Semana Santa. En resumen, que habrá transcurrido casi el veinticinco por ciento del tiempo para el que han sido presupuestadas. Todo eso, contando con que dichas cuentas no reciban alguna impugnación -amenazas hay al respecto, aunque todo apunta a que se trata de munición de boca- porque eso significaría un retraso en la aplicación práctica de su contenido algunas fechas más. Todo apunta a que su parto ha sido mucho más doloroso, por ejemplo, que la aprobación de las ordenanzas fiscales para el año en curso, que obtuvieron el placet rápidamente, pese a algunas declaraciones extemporáneas que luego no se plasmaron en el papel, y pese a las fuertes críticas que cosecharon al suponer todo lo contrario de las promesas electorales de socialistas y comunistas. Frente a la tónica general de reducción en la fiscalidad puesta en marcha por las corporaciones municipales, en consonancia con una inflación negativa, en Córdoba significó un aumento de la presión fiscal.

Habida  cuenta de que la corporación tomo posesión en el mes de junio del año pasado, el retraso en la presentación del presupuesto municipal para 2016 viene a señalarnos que cuadrar las cuentas no ha sido empresa fácil. Nunca lo es y menos aún cuando el grupo municipal al que pertenece la alcaldesa sólo cuenta con 7 concejales de una corporación formada por 29 ediles. No resulta fácil gobernar con esos mimbres, como se ha puesto de manifiesto en reiteradas ocasiones a lo largo de estos meses. Ha habido que limar diferencias con los socios oficiales de gobierno -el grupo municipal de IU-CA-, que por cierto tiene como una de sus responsabilidades la confección del presupuesto. Sacarlos adelante sólo era posible con el visto bueno de Ganemos -los podemitas cordobeses- y ha habido que conformarlos; según palabras de sus representantes en la corporación, han metido una importante cuña en las cuentas municipales.  Dar satisfacción a los planteamientos de ese tripartito ha llevado a decisiones controvertidas como la supresión de subvenciones, principalmente las que corresponden a aquellas entidades que no encajan en sus principios ideológicos, sin considerar elementos como la función social o la solidaridad que se deriva de sus actuaciones. Ha llevado también a que se plantee la modificación de actividades consolidadas en la ciudad y, como dicho queda, supuso un aumento de la presión fiscal.

Veremos a fin de año en que pata todo esto, presentado con mucha pompa, cuando vemos que no es para tanto, por la concejal delegada de Hacienda. Al fin y al cabo, un presupuesto es una simple previsión que, en el caso de los ayuntamientos, depende en no poca medida de la colaboración de otras administraciones. Es frecuente que conforme avance el ejercicio las previsiones no se materialicen y que se modifiquen algunas partidas de forma tan sustancial que su liquidación tenga poco que ver con lo presupuestado. Veremos si ese orgullo que dice sentir la concejala de Hacienda con estos tardíos presupuestos permanece a final de año.

(Publicada en ABC Córdoba el 13 de febrero de 2016 en esta dirección)

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