Las cartas se contestan aunque no se tengan secretarios ni secretarias. Aunque sea de forma escueta y nuestras líneas se limiten —permítaseme el símil taurino— a una faena de aliño o a dar una larga cambiada. Se contestan aunque sea tarde, un retraso de varias semanas evita que seamos tachados de maleducados y siempre se puede culpar a la falta de tiempo, aunque no hayamos empleado más de dos o tres minutos en garabatear unas líneas. Incluso deben contestarse cuando se nos han acumulado y con una sola respuesta lo hagamos a dos o tres misivas de un mismo remitente. No está bien, pero se salvan las formas y cumplimos porque, por un elemental sentido de la educación, las cartas se contestan.
Todo esto de la educación y las buenas formas en el terreno epistolar no viene a cuento porque haya decidido emprender una fervorosa lucha en pro de correos y de paso buscarle trabajo a los carteros. Mi alegato sobre la conveniencia de contestar las cartas está provocado porque he tenido conocimiento de la actitud mantenida por el máximo responsable del gobierno andaluz, el excelentísimo señor presidente de la Junta de Andalucía, don José Griñán, respecto de las cartas que envía el alcalde de Córdoba, el excelentísimo señor don José Antonio Nieto. El primero está dando muy mal ejemplo a los andaluces con su mala educación epistolar. Nadie le pide una capacidad tan egregia como la que en ese terreno mostró mi paisano don Juan Valera, cuyo epistolario revela a un verdadero maestro en el arte de escribir cartas. Nada de filigranas literarias, simplemente que cumpla con las más elementales formas de cortesía que son exigibles a cualquiera sin necesidad de que sea presidente de la Junta de Andalucía.
Don José Griñán no se ha tomado la molestia de responder al máximo responsable de la que es tercera ciudad andaluza por el número de sus vecinos. Ha dejado sin respuesta a trece cartas del edil cordobés, todas las que le ha escrito a lo largo del medio año que llevan constituidos los nuevos ayuntamientos. A todas les ha dado la callada por respuesta. Muy mala educación, don José, muy mala. Las cartas se contestan, aunque quien se las escriba sea un alcalde del Partido Popular. Porque usted, como presidente de todos los andaluces, tiene a los cordobeses incluidos en el lote. Su pésima educación empieza a convertirse en insultante no solo hacia el remitente de las cartas, sino a todos los que representa en su condición de alcalde de Córdoba, es decir a los 320.000 cordobeses que viven en la ciudad. Además, con esta actitud revela no sólo una pésima educación, sino algo mucho más grave: el más detestable sectarismo.
(Publicada en ABC Córdoba el 14 de Diciembre de 2011 en esta dirección)