Me ha llamado la atención la cantidad de gente que prefería que la selección belga de fútbol perdiera. O lo que es lo mismo, que Franciala eliminara del Campeonato del Mundo de fútbol. No acababa de entender esa preferencia. Francia, de unos años a esta parte, ha sido nuestro rival en muchas competiciones. Es el caso del balonmano o del baloncesto. Además, la rivalidad la marca mucho la vecindad y Bélgica es un país, al menos geográficamente, lejano, aunque durante un par de siglos formó parte de la monarquía hispánica.
Tomando café con un amigo, me dio algunas claves que permiten cierta explicación de por qué ese deseo. Su primer argumento era de tipo «histórico»: la mala prensa que los españoles tenemos en este pequeño país donde la xenofobia está más extendida de lo que a primera vista parece. En Bruselas existen verdaderos guetos donde se hacinan los inmigrantes. Una xenofobia -decía mi amigo- que dejaron bien patente en la colonización que protagonizaron en el corazón de África donde a su rey Leopoldo adjudicaron el enorme territorio que conocemos como el Congo. Fue algo más que una execrable colonización. Las fechorías cometidas allí por los belgas, convierten automáticamente en hermanitas de la caridad a los denostados conquistadores españoles. Añadía mi amigo: si quieres tener detalles de lo que supuso aquella barbaridad lee una novela de Mario Vargas Llosa, titulada «El sueño del celta».
Una segunda razón que me daba fue el papel que los gobiernos y la justicia belgas jugaron durante los llamados años de plomo -se desarrollaron ya entiempo de la democracia- en que consideraban a la banda de asesinos de ETA como un movimiento de liberación nacional. Siguieron dando a esos criminales asilo político, una vez que se vino abajo el conocido como «santuario» francés. El tercero de los argumentos que me expuso está de rabiosa actualidad. En ese pequeño país, sobredimensionado en los foros internacionales, como lo fue en la Conferencia de Berlín donde se llevó acabo el reparto de África, pese a no haber aportado nada de verdadero relieve, la justicia belga ha dado a Puigdemont, un prófugo golpista, un trato de refugiado político que se ha visto obligado a huir de un país donde se pisotean las libertades. Para nada han servido los informes de la justicia española exponiendo la larga serie de delitos cometidos por ese sujeto, vulnerando la constitución española. Delitos cometidos desde su puesto de presidente de una autonomía.
Argumenté a mi amigo que se trataba de un partido del Campeonato del Mundo de fútbol y que las razones esgrimidas, las cuales, desde luego, me parecía que eran muy fundamentadas y en razón, nada tenían que ver con el deporte. Entonces se echó a reír y me preguntó con una sonrisilla burlona en sus labios: ¿Estás seguro de que el fútbol de ese campeonato es hoy un deporte en el sentido que debe tener dicho término?
Ante mi perplejidad dejó caer una batería de preguntas. ¿Por qué los rectores del fútbol que concedieron ese evento a Rusia han sido defenestrados por corrupción? ¿Cómo ha utilizado Putin ese evento? ¿Por qué los líderes europeos se negaron a asistir a la inauguración? ¿Cómo ha influido en su desarrollo los millones que ha movido? Después de ese café con mi amigo entiendo mucho mejor por qué, pese a jugar contra Francia, la gente quería que fuera eliminada la selección belga de fútbol. También en ello había bastantes elementos ajenos al deporte.
(Publicada en ABC Córdoba el 14 de julio de 2018 en esta dirección)