Muchos cordobeses no hemos hecho el aprecio que merece, incorporándolo al consumo cotidiano.
SE cuenta una historia, que tiene todos los ribetes de ser legendaria, donde se afirma que la uva Pedro Ximénez —algunos le dan el nombre de Pedro Ximén y otros el de Pedro Jiménez— llegó a los pagos cordobeses de lo que hoy es la Denominación de Origen Montilla-Moriles de la mano de un soldado de los famosos tercios de infantería española. El soldado en cuestión era alemán y se llamaba Peter Siemens —cuya españolización daría el nombre de Pedro Ximénez a la uva que trajo—. Según esa historia, fue en el siglo XVI cuando trajo unas cepas pertenecientes a una variedad que se criaba en su tierra y logró que fructificasen en estas latitudes. La historia no cuenta que hacía el germano, que luchaba en Flandes bajo la bandera de la cruz de San Andrés, por estos lares, pero sí señala que las cepas en cuestión ya tenían un largo recorrido con anterioridad. Las cepas que traía en su mochila venían —siempre según esa historia legendaria— de alguno de los valles del Rin —tierra de buenos vinos— que a su vez procedían de la isla portuguesa de Madeira —origen también de un vino de renombre— y que hasta aquel lugar perdido en medio del Atlántico habían llegado procedentes de Grecia donde el vino era algo más que un producto del que disfrutar o el que comerciar, llegaba a alcanzar ribetes religiosos. El vino en la antigua Grecia tenía su propio dios, Dionisios, a quien se atribuye la invención de la primera prensa para extraer mosto. La importancia de la vid entre los griegos hizo que estuviera presente en la acuñación de numerosas monedas o que el mismísimo Aquiles —según cuenta Hormero en la Ilíada— tuviera representada en su escudo una escena de vendimia.
Otra versión sitúa el origen del nombre de Pedro Ximénez en la castellanización de una palabra árabe cuya traducción vendría a ser gota dorada y que el origen de esta uva habría que buscarla en Al-Andalus. A comienzos del siglo XVI, cuando se dice que el soldado teutón trajo las cepas en su mochila, la desaparición de la frontera con los nazaríes, como consecuencia de fin de la guerra de Granada, propició unas condiciones de mayor seguridad en las tierras del sur de Córdoba permitiendo extender con mayor profusión el cultivo del viñedo. Un cultivo que incluso en Al-Andalus estaba mucho más extendido de lo que pudiera pensarse, dada la prohibición coránica de su consumo.
También está documentado que en el siglo XVI se cultivaba la variedad Pedro Ximénez en los «blancales» de Moriles o en tierras de Aguilar y Montilla y que ha llegado a nuestros días produciendo un vino excepcional, a partir de sus uvas pasas secadas al sol. Pese a su calidad, muchos cordobeses no hemos hecho el aprecio que merece el Pedro Ximénez, incorporándolo al consumo cotidiano y para rematar nuestras celebraciones como hacemos con el cava catalán. Una vez más, ha tenido que ser una publicación extranjera de gran prestigio en el mundo vitivinícola la que haya realzado las cualidades y calidades de uno de nuestros caldos en el panorama mundial. Va siendo hora de que aprendamos de una vez por todas.
(Publicada en ABC Córdoba el 7 de Septiembre de 2013 en esta dirección)