Quienes me honran siguiendo con asiduidad “Desde Simblia” habrán observado que soy poco dado al uso de siglas, en un tiempo donde se han impuesto hasta el punto de que hay que ser un experto en descodificación para saber a qué se alude con la ensalada de letras que suele ser habitual y de forma muy común en el lenguaje periodístico de nuestro tiempo. Baste como botón de muestra las siglas con que se denominan ciertos institutos municipales dependientes del Ayuntamiento de Córdoba o el recién inaugurado Centro de Arte Contemporáneo, al que se venía llamando como C4 que, hasta donde sé es una variedad de explosivo plástico para uso bélico y ahora ha pasado, como por arte de birlibirloque a llamarse C3A. Sin más comentarios.
Después de todo este exordio, quizá demasiado largo para nuestro propósito, pero posiblemente necesario, señalemos que el título de nuestra columna de hoy es PDeCAT, siglas que responden, después de una compleja reconversión que tiene una llamativa trastienda ideológica, al denominado Partido Demócrata Europeo Catalán -parece que lo de europeo es cuestión menor a tenor de la minúscula de las siglas-. Es el partido que antes se llamaba Convergencia Democrática de Cataluña, que solía presentarse a las elecciones formando coalición electoral con los demócratas cristianos de Unió Democrática y respondía a las siglas de CiU. Desde que Artur Mas se creyó lo que no era y decidió jugar a lo que no debía todo les ha ido de mal en peor. No tanto por haber puesto a los catalanes en la tesitura en que hoy se encuentran muchos de ellos, sino por la situación a la que ha llevado a una formación política que ha pasado de ser la fuerza más votada de Cataluña, a convertirse en un juguete roto en las manos de Esquerra Republicana.
Si hacemos caso a lo que dicen los últimos sondeos -sabemos que son poco fiables, pero en este caso señalan la tendencia electoral descendente, casi caída en picado desde las últimas consultas electorales- sobre la intención de voto lo que fue el partido del llamado seny catalán, su situación no es dramática, está en puertas de la tragedia. Lo que indican es que en unas próximas elecciones podría convertirse en la quinta fuerza política de Cataluña. ¿Es que en Cataluña se ha perdido el seny (sensatez y mesura) y se ha impuesto la rauxa (arrebato)? ¿Es que el tres por ciento -algunos lo elevan al cinco- les pasa factura? ¿Es que al tener su sede embargada por los tribunales de justicia no ofrece garantías ¿ ¿Es que los catalanes quieren huir de la imagen de una Cataluña que el patriarca del clan Pujol y la propia Convergencia Democrática de Cataluña asumieron como una de sus señas de identidad y ha resultado un fiasco monumental?
Cada cual es muy libre de considerar que la respuesta a cualquiera de estas interrogantes sea la causa de tamaño descalabro. Tal vez alguien piense que es la suma de todas ellas. Incluso habrá quien sostenga que todo lo que Artur Mas ha orquestado con el llamado pruses no ha sido más que una huida hacia adelante tratando de escabullirse de una respuesta a esas interrogantes. Pero la realidad es que PDeCAT, heredero de Convergencia Democrática de Cataluña, son hoy unas siglas en franco declive y con fututo algo más que incierto en el panorama político catalán y español.
(Publicada en ABC Córdoba el 4 de enero de 2017 en esta dirección)