No son las comisiones que funcionaban, según apuntan todos los indicios que se conocen, en las cloacas de la administración pública catalana, bajo la égida de Jordi Pujol, cuando su clan manejaba la hoy desaparecida Convergencia Democrática de Cataluña. Son las comisiones, se supone que de expertos, a las que tan aficionada es la alcaldesa que encabeza el gobierno para las personas, aunque estás tengan que esperar lo que no está en los papeles para conseguir una licencia de obras, ya que empieza a ser habitual que desde que se solicita hasta que se concede transcurra la friolera de dos años, aunque ese retraso suponga que se produce un grave retraso en la creación de puestos de trabajo. ¿Es eso gobernar para la gente?
En esta Córdoba de nuestros pecados, que en más de uno y de dos aspectos se parece mucho a la que retrataba hace más de un siglo don Pío Baroja, se crean comisiones para cualquier cosa. Es la fórmula básica del gobierno para la gente. Que se quiere cerrar Cosmos, en virtud de una particular interpretación de la defensa del medio ambiente, se crea una comisión. Que se quiere discutir la titularidad de la propiedad de Mezquita Catedral a la iglesia católica, que viene ejerciendo un pacífico dominio de dicho inmueble desde que Fernando III se apoderó de la ciudad, incorporándola al dominio cristiano -hace unos días, el pasado 29 de junio se cumplieron setecientos ochenta y un años, que se dice pronto-, se crea a otra comisión. Si hay que decidir qué es lo que se quiere hacer con el transporte ferroviario que es la solución para conectar de forma adecuada la zona este y oeste de la ciudad, a través del llamado Metrotrén, se crea otra comisión. Que hay que darle un repaso al callejero de la ciudad con el propósito de eliminar una serie de nombres que forman parte de la historia de la ciudad y que no son gratos, por diferentes razones, en ciertos ambientes donde se ejerce el poder en el momento presente, se crea otra comisión. Esto de las comisiones en el ámbito municipal cordobés, viene a ser como la petición en las cocinas tabernarias de ciertas especialidades de la casa, cuando desde la barra se grita: ¡marchando otra de…!
La última comisión que la alcaldesa ha decidido crear, en una actitud que tiene mucho de aquello de por no querer caldo y obsequiar tres tazas siendo la última de ellas con colmo, ha surgido después de que el Instituto Nacional de Estadística haya dicho, porque al parecer aquí nadie había caído en la cuenta, que el Sector Sur es uno de los cinco barrios más pobres de toda España. Objetivo de la comisión: proponer soluciones y buscar financiación para dichas soluciones.
La creación de comisiones, a falta de un programa de gobierno que afronte los retos que la ciudad tiene por delante, se ha convertido en una especie de fórmula mágica con la que se gobierna para las personas. Poco importa que cada vez sean más las personas que no entienden a que viene tanta comisión que, más allá de emitir dictámenes tardíos que la experiencia demuestra que la mayoría de las veces solo sirven para perder tiempo, malgastar recursos y posponer soluciones. Eso cuando no son instrumentos inútiles porque su propia creación va contra leyes en vigor, como advierten los servicios jurídicos municipales.
(Publicada en ABC Córdoba el 5 de julio de 2017 en esta dirección)