Los alimentos están subiendo, en algunos casos de forma escandalosa. Llegan a los consumidores con precios muy elevados, mientras agricultores, ganaderos o pescadores reciben muy poco por sus productos. Casi todo se queda en manos de los intermediarios, que no tienen empacho en multiplicar por tres y hasta por cuatro -entiéndase que se trata de un trescientos o cuatrocientos por ciento- los precios que abonan a quienes mantienen vivo al mundo rural. Las patatas se pagan en origen a veinte o veinticinco céntimos y llegan a los consumidores por encima del euro. Otro tanto ocurre con el pescado que se compra en lonja a precios irrisorios y cuando llega a la mesa se ha convertido en un lujo, como la carne. Desde hace unos meses los informativos de radios y televisiones reiteran una y otra vez la elevación de los precios y ponen el acento en el aceite. El precio del aceite de oliva, con el que hay quien comete fechorías y alteraciones, vendiendo por virgen extra, lo que no es y lo disimulan utilizando subterfugios en las etiquetas para dar legalidad al fraude, es el referente de la escalada de precios que sufrimos. Ha llegado a los diez euros y nos dicen que eso resulta insoportable para muchas economías.

El aceite, una de las grandes riquezas de Andalucía, ha estado por lo general postergado. Llegó a sufrir duras campañas, con propósitos interesados, para introducir otros aceites como el de soja entre los consumidores. Entonces se le adjudicaron toda clase de efectos nocivos para quienes lo consumieran. También fábricas, almazaras y cooperativas tienen su culpa. Ha sido un producto vendido a granel en grandes cantidades y otros, con más visión comercial, lo etiquetan y embotellan consiguiendo importantes beneficios, con el valor añadido del etiquetado y embotellado. Mucho del aceite que en su etiqueta señala un origen italiano, es de esta tierra desde la que siguen saliendo grandes cantidades, si bien algo se ha remediado en los últimos años y marcas, que obtienen señalados premios que los acreditan como los mejores del mundo, embotellan y etiquetan. Pero queda mucho camino por recorrer.

Para elaborar un litro de aceite son necesarios entre cuatro y cinco kilogramos de aceitunas y hasta no hace mucho se ha estado vendiendo entre los tres y cuatro euros el litro. Nos preguntamos si no es un precio muy inferior al que debería tener. Pensemos que, por una botella de tres cuartos de litro de buen vino tinto, tipo crianza o reserva de las zonas que han sido capaces de convertir sus denominaciones de origen -desgraciadamente no es el caso de Montilla-Moriles-, en signos de calidad, se paga entre diez y veinte euros -mucho más si se pide en un restaurante-. Son precios más elevados que los alcanzados por el aceite, que son los que ahora provocan cierto escándalo. Sin embargo, nadie se escandaliza por lo que pagamos como precios adecuados cuando compramos esos vinos. Cierto que, a diferencia del vino, el aceite es un bien necesario. Una familia media consume en torno a tres litros de aceite al mes con lo que su costo mensual no es tan elevado como el de otros alimentos. Es para pensar un poco sobre estas realidades y lo que nos cuentan.

(Publicada en ABC Córdoba el 15 de septiembre de 2023 en esta dirección)

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