Mientras la Mezquita-Catedral ha ganado seiscientos mil visitantes desde 2009, otros recintos andan aún por los horarios.

Hace unos días ABC daba cuenta de que las visitas a la Mezquita-Catedral habían alcanzado en este año un notable aumento del número de visitantes. Con los datos de noviembre de 2015 ya se superaban las cifras totales de 2014. Las perspectivas señalan que, una vez haya concluido diciembre, los visitantes al monumento más emblemático de Córdoba estarán en torno a un millón setecientos mil, lo que le sitúa entre los monumentos con mayor número de visitantes de toda España. Ese resultado no es fruto de la casualidad, sino la consecuencia de una gestión adecuada y que en los últimos años ha incorporado una serie de novedades que amplían las posibilidades para los visitantes y que suponen un atractivo adicional a los que el monumento ya tiene por si mismo. No son ajenos a esos resultados el hecho de que pueda ser visitado el campanario que labrara Hernán Ruiz en el siglo XVI. Una novedad que permite no sólo vistas inéditas del monumento sino de la propia ciudad de Córdoba. También hay que colocar en la cuenta del haber el que de un tiempo a esta parte se ofrezca la visita nocturna multimedia. A dichas posibilidades habría que añadir el hecho de que las visitas pueden realizarse en un horario mucho más amplio que el que ofrecen otros lugares que también suponen un atractivo para los turistas que llegan a Córdoba, pero que aparecen anclados, cuando no presentan retrocesos, en el número de sus visitantes.

La diferencia entre la Mezquita-Catedral y otros museos o edificios históricos visitables de titularidad municipal, tales como el Museo Taurino, el de Julio Romero, el Arqueológico o el Alcázar de los Reyes Cristianos, se encuentra, más allá del atractivo que puedan ofrecer al turismo unos y otros, en que mientras las visitas al templo catedralicio que gestiona el Cabildo ofrecen ese amplio abanico de posibilidades a sus visitantes, los de gestión municipal abren y cierran sus puertas, incluso en las fechas de tienen una mayor afluencia de visitantes, restringiendo de forma grave las posibilidades de visitarlos. Eso es algo que, más allá de los convenios establecidos con los trabajadores, tiene muy difícil explicación de cara al público. Algunos gestores municipales, que están continuamente alardeando -sólo alardeando- de la defensa de lo público, deberían llevar a cabo las correcciones que correspondan porque, como dice un viejo refrán: «Obras son amores y no buenas razones».

Lo que en estos momentos está viviendo la ciudad en el terreno de las visitas a museos y lugares históricos está marcado por los continuados resbalones -en algunos casos dolorosas caídas- que marcan una senda contraria a la línea de actuación que ha llevado a la Mezquita-Catedral a pasar del millón cien mil visitantes anuales que tuvo en 2009 al millón setecientos mil que rondará cuando acabe 2015. Sin embargo, todo apunta a que lejos de tomar nota de los resultados y actuar en consecuencia, están empeñados en «mantenella y no enmendalla» y en alentar dimes y diretes sobre modificaciones en el estatus y la titularidad del monumento. Algunos, además, mirando sólo a lo que conviene a sus intereses, piden cambios de horarios a los que ellos no están dispuestos a someterse en parcelas que son de su exclusiva competencia y otros andan enredados en zarandajas como meter a la Unesco en un hecho tan trivial como es transformar una celosía, labrada hace muy pocas décadas, en una puerta con el mismo diseño.

(Publicada en ABC Córdoba el 16 de diciembre de 2015 en esta dirección)

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