Suele afirmarse que el verano es mal tiempo para columnas de opinión. La política desacelera, pero no llega a detenerse y otros hechos pierden relevancia. El estío es tiempo de galbana y modorra, de calores insoportables que no suponen una novedad por estos pagos, pues con unos veranos más llevaderos y otros menos, en Córdoba se superan con facilidad los cuarenta y tantos grados. Cierto es que estas calores se prolongan este año más de lo que suele ser habitual porque entre ola y ola -como ahora se dice- solía haber un tiempo de respiro en que el termómetro marcaba treinta y muchos grados, que son los que cuando los marca en latitudes situadas más al norte provoca el que no se puedan ejercer ciertas labores y que al efecto de ese calor se denomine estrés térmico, cuando era considerado como la excusa para la pereza de quienes habitamos por estas latitudes porque nuestros planteamientos, según nos tildan muchos de Despeñaperros para arriba, es el de no darle un palo al agua.
Pero pese a la galbana y la modorra ocurren cosas. Los incendios vuelven por sus fueros. Algo que no es nuevo. Los que peinamos canas o ya apenas peinan algo recordamos aquello que la televisión de los años sesenta y setenta repetía machaconamente -tanto como que había un menú turístico que era un primer, un segundo plato, postre, pan y una bebida por ciento veinticinco pesetas, que equivalen a setenta y cinco céntimos de euro- de que «cuando el monte se quema, algo suyo se quema» y que La Cordorniz añadía: «señor conde». Esos incendios, según Sánchez, son consecuencia del cambio climático que trae estos calores, como si fueran una novedad.
Las gentes del campo, las que de verdad saben de eso, como los pastores, los agricultores, los ganaderos o los cazadores señalan que parte de las causas derivan de no cuidar como es debido el campo, que se convierte en una tea porque el ganado ha de comerse los pastos, acabar con los rastrojos, limpiar los bosques y eliminar elementos que, en muchas ocasiones, convierten los fuegos en algo mucho más difícil de controlar.
Pero ciertas formas del llamado respeto al medio ambiente diseñado por urbanitas traen estas cosas. Noticia nueva es que en Extremadura han estrenado AVE, entre Badajoz y Plasencia, bueno hasta la estación de Plasencia que está a ocho kilómetros de la localidad y que alcanza los ochenta y nueve kilómetros por hora. También que ese tren ha circulado por la vía que no debía. No es novedad el que los trenes que circulan por esas hermosas tierras pobladas por gentes cuya dulzura en el trato no tiene parangón, sufran retrasos y se pierdan conexiones con otros trenes o con aviones. Si es novedad que en los centros de Salud no hay médicos para atender, salvo por el procedimiento telefónico, a los pacientes. Así mismo es digna de mención la novedad de que en Navarra hay algo menos de una docena de pueblos con restricciones de agua que sufrirán una semana. Constancia de ello ha quedado en telediarios y boletines informativos a nivel nacional. Menos constancia tenemos en telediarios y boletines informativos de que en Andalucía hay bastantes más localidades con restricciones desde hace muchas semanas.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 5 de agosto de 2022 en esta dirección)