El verano se nos ha ido sin que hayamos tenido que pagar el alto tributo que durante estos meses suele exigir Helios.

EL verano astronómico terminó ayer a las 4 horas y 29 minutos y se ha despedido sin que hayamos llegado al nivel de las calores. Es posible que todavía tengamos algunos días de calor, pero no es presumible que soportemos las calores que, como ustedes saben en esa gradación que se establece con el calor, la calor, los calores y las calores ocupan la cúspide del termómetro. Puede ser que, con el denominado veranillo de San Miguel conocido también como del membrillo, el sol apriete. Pero ese veranillo es de pocos días e intensidad limitada.

En Córdoba este año nos vamos de rositas, que como ustedes saben es una locución que significa hacer mutis sin recibir el castigo merecido o pagar lo que se debe. No quiero decir con esto que las calores veraniegas sean castigo merecido por los cordobeses, pero es lo habitual y lo pagamos todos los estíos, salvo contadas excepciones, como la de este año. Las calores no nos han acompañado y tampoco esos días tórridos que suelen darse entre la segunda quincena de julio y la primera de agosto, enmarcados entre dos grandes festividades marianas, las del Carmen y la Asunción. Este verano, considerado el más fresco de los últimos cincuenta años, nos ha deparado una Córdoba que no ha hecho gala de bochornos ni de insoportables temperaturas. A lo sumo algún día, tampoco muchos, hemos padecido los calores, pero no las calores. El termómetro ha superado los cuarenta grados en contadas ocasiones. Hemos disfrutado de un verano tan apacible que algunos sostienen que no lo ha habido y los más pesimistas auguran que el otoño nos deparará alguna sorpresa termométrica, pero ya ni las horas de sol son tantas ni los rayos solares tan perpendiculares. Puede que nos aguarde un otoño caliente, pero no precisamente por razones meteorológicas, sino por la agitación política en la que algunos están instalados.

Pronósticos aparte, las semanas en que solemos sufrir la canícula no nos han castigado con noches de insomnio y muchos días no ha habido necesidad de echar mano del aire acondicionado. Las viviendas no se han recalentado tanto como suele ser habitual ni transformado en esa especie de hornos en que se convierten durante buena parte del estío. Las mañanas han sido frescas y, hasta bien entrado el día, ha resultado apetecible pasear. Desde la radio, la televisión y los periódicos apenas se nos han hecho las advertencias habituales acerca del peligro de los golpes de calor, de la necesidad de beber mucha agua o de abstenerse de pisar la vía pública a ciertas horas. El verano se nos ha ido sin que hayamos tenido que pagar el alto tributo que durante estos meses suele exigir Helios.

Habrá quien haya echado de menos las calores y hasta piense que esto no ha sido verano, pero astronómicamente ha concluido. Veremos si nos aguarda un otoño más caluroso de lo habitual y para cuando llegue el día de Todos los Santos todavía estamos en mangas de camisa. En cualquier caso esperemos que llueva, ya que el agua se ha mostrado tan remisa como las calores.

(Publicada en ABC Córdoba el 24 de septiembre de 2014 en esta dirección)

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