En el Quijote no está escrita una expresión “cosas veredes amigo Sancho…” que se ha adjudicado, sin fundamento, al ingenioso hidalgo manchego del que algún indocumentado independentista catalán ha tratado de apropiarse diciendo que era del Principado —¡cómo no! — y que la inmortal obra que supone una de las cumbres de la literatura universal fue escrita en catalán. Estoy, sin embargo, convencido de que Sancho, que sólo perdió la cordura y no del todo cuando fue nombrado gobernador de la ínsula de Barataria, quedaría admirado de algunas de las cosas que se están viendo en España en los últimos tiempos.
En las terminales del independentismo catalán se han hecho tal cantidad de afirmaciones ofensivas para España y los españoles que sería necesario un espacio muchísimo mayor del que se dispone en esta columna —haría falta sólo para enumerar varias de ellas—. Desde insultar a quienes en Cataluña hablan español hasta considerarnos una banda de ladrones dedicados a robarles. Desde sostener que vivimos de su esfuerzo, sin dar el menor golpe, hasta considerar que los muertos por coronavirus, a la postre más numerosos en Cataluña que en otras regiones españolas, son culpa de España y de los españoles. Han dicho, en sede parlamentaria, que la gobernabilidad de España les importa un bledo y, antes de que el virus que nos mortifica se ensañara en tierras catalanas, hubo quien se mofó de las muertes que se sufrían en Madrid, aludiendo de forma detestable al dicho de “Madrid al cielo”. Fue lo que dijo la fugada, Clara Ponsatí.
Sin embargo, se han dado cuenta de que el turismo, una de las principales fuentes de ingresos de Cataluña como en el conjunto de España, se les viene abajo y que el impacto va a ser demoledor. Entre otras razones porque el turismo internacional no va a venir a nuestras costas. Los turistas no van a pasar sus vacaciones en la Costa Brava, como no van a hacerlo en la Costa del Sol. No van a venir a ver la Sagrada Familia como no van a venir a la ver la Mezquita Catedral de Córdoba o la Alhambra de Granada. La Pedrera o la Casa Batlló no van a tener visitantes, como tampoco los van a tener el Museo del Prado o el Reina Sofía. El turismo va a tener que nutrirse, como buenamente pueda, de lo que hagamos los propios españoles. Con los aeropuertos bloqueados y las fronteras cerradas, amén del miedo a viajar, no será fácil que ingleses, alemanes o franceses se aventuran a unas vacaciones fuera de su país.
Así las cosas, en la Generalitat que gobierna el xenófobo Torra, no han tenido empacho de referirse ahora a los lazos sentimentales que les unen con España y nos invitan a que vayamos allí a pasar las vacaciones para tratar de arreglarles, en la medida de los posible, las cuentas de su sector turístico. Son los mismos que negaban la posibilidad de alojamiento a la Guardia Civil y a la Policía Nacional cuando, en cumplimiento de su deber, intentaron que se respetase en Cataluña la Constitución y los mandatos de los tribunales de justicia. Los mismos que han agredido a personas por llevar una bandera de España.
Si Sancho Panza, el cuerdo escudero de don Quijote, viviera en nuestro tiempo quedaría más que admirado, profundamente desconcertado, de las cosas que tendría que ver. Hasta el propio don Quijote exclamaría: ¡Que cosas, Sancho, hay quien nos toma por estúpidos!
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de mayo de 2020 en esta dirección)