El coordinador de IU, Cayo Lara, plantea antitéticos términos silenciando que la democracia existe en las repúblicas y en las monarquías.
JUAN Carlos I ha decidido poner fin a treinta y nueve años de reinado por un fórmula que en España se ha utilizado en numerosas ocasiones y en las más diversas circunstancias. Abdicó Carlos I en 1556 para retirarse al monasterio jerónimo de Yuste. Abdicó Felipe V en 1724, dando lugar al paréntesis que supuso el efímero reinado de Luis I y volver de nuevo a ocupar el trono. Abdicó Carlos IV como consecuencia de los llamados sucesos de Aranjuez en 1808. También lo hizo en Bayona, de forma bochornosa, ante Napoleón Bonaparte, Fernando VII. Abdicó Amadeo I en 1873 frustrando la entronización de una nueva dinastía y también lo hizo Isabel II, estando destronada, para que el proyecto político de Cánovas del Castillo, conocido como la Restauración, tuviera viabilidad. Abdicó de sus derechos don Juan de Borbón, el conde de Barcelona, para dar continuidad a la línea dinástica. En definitiva, la abdicación de don Juan Carlos es un eslabón más en la cadena de abdicaciones habidas en nuestra Historia.
Lógicamente, una decisión como esta ha levantado toda clase de reacciones de índole muy variada que, por lo general, han tenido como denominador común el agradecimiento por sus treinta y nueve años de reinado. Unos se han referido a don Juan Carlos como «el motor de la Transición», otros como «el baluarte contra la involución» y otros como el «rey respetuoso con las instituciones». Ha habido también quienes han valorado su renuncia al trono de forma más negativa. En su derecho están y pueden hacerlo gracias al sistema de libertades construido por los españoles bajo la égida del monarca que ahora cede el testigo. Entre esas valoraciones negativas me ha llamado la atención del coordinador federal de IU, Cayo Lara, solicitando un referéndum para que los españoles elijamos en referéndum entre monarquía o república. En su derecho está. Lo que no parece de recibo es que a continuación señale que «en definitiva viene a ser monarquía o democracia».
Su demagogia le lleva a plantear como antitéticos los términos monarquía y democracia, silenciando que la democracia puede darse en una república o en una monarquía. Algunas de las democracias más asentadas del planeta se sustentan sobre monarquías de larga tradición como es el caso de la sueca, británica, holandesa, danesa, belga o noruega. También sobre repúblicas como la francesa, la alemana, la estadounidense o la italiana. Así mismo encontramos monarquías poco democráticas como las que gobiernan los jeques del petróleo y desde luego es considerable la lista de repúblicas alejadas de las formas democráticas. Como son la República Popular de China, la República de Cuba, la República Popular de Corea o de las que sufrieron los países del este de Europa, incluida la URSS (Unión de Repúblicas socialistas Soviéticas). Todas ellas gobernadas por el partido comunista, al que Cayo Lara pertenece. Debería saber que defender sus posiciones ideológicas no debían de llevarle a hacer afirmaciones como la hecha a propósito de la abdicación de Juan Carlos I, aunque su dialéctica, cargada de una demagogia barata con demasiada frecuencia, nos hace pensar que siempre agitará las aguas buscando la pesca fácil. Pesa que puede ejercer gracias a las libertades de le permite una Constitución que consagra como forma de gobierno la monarquía parlamentaria.
(Publicada en ABC Córdoba el 4 de junio de 2014 en esta dirección)