Un momento histórico es, habitualmente, aquel acontecimiento que se produce, muy de cuando en cuando, y del que se derivan consecuencias sumamente importantes. Cervantes, en una hipérbole literaria extraordinaria, calificó la batalla de Lepanto como “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”. Momento histórico fue el levantamiento del pueblo de Madrid contra las tropas napoleónicas que habían invadido el país, dando comienzo a la guerra de la Independencia. Momento histórico fue el 6 de junio de 1944 cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, las tropas aliadas desembarcaban en las playas de Normandía, iniciando así la invasión de Europa Occidental controlada en gran parte por los nazis. Momento histórico fue el 9 de noviembre de 1989 cuando los berlineses del Este derribaban el muro que los soviéticos habían levantado para evitar las huidas, cada vez más numerosas, del paraíso comunista a los infames territorios donde campaba el capitalismo, iniciándose el principio del fin de la URSS. Momento histórico, en fin, fue 11 de septiembre de 2001 cuando aviones secuestrados por terroristas de Al-Qaeda se estrellaron contra las Torres Gemelas de NuevaYork, abriendo al terrorismo espacios que hasta entonces había tenido vedados
Según Pedro Sánchez, el secretario general de los socialistas, que ha llevado al PSOE a obtener los peores resultados electorales de la historia de nuestra democracia, los momentos históricos se suceden, siendo él principal protagonista de los mismos. Ha calificado como momento histórico el pacto firmado con Ciudadanos, que tiene más de puesta en escena que de acuerdo del que vayan a derivarse importantes consecuencias políticas, aparte de que va a permitirle presentarse al debate de investidura con unos cuantos votos más de los que obtuvo el PP, que también recibió lo suyo electoralmente hablando, el pasado 20 de diciembre. También ha calificado como momento histórico la votación de los militantes socialistas para apoyar o rechazar un acuerdo de gobierno. La pregunta era tan descafeinada -no aparecían elementos fundamentales sobre lo que se preguntaba- que la mitad de la militancia socialista no se molestó en votarla. El referéndum, ahora que hemos rememorado el 28 de febrero de 1980 sobre el proceso autonómico en Andalucía, ha sido un fiasco para sus promotores por mucho que se diga -Sánchez ha conseguido el aval de poco más de un tercio de la militancia socialista, el 75 por ciento de los que votaron-. También califica como momento histórico su debate de investidura. Faltaría más, aunque en cierto modo lo es, pero con minúsculas. Nunca hasta ahora el perdedor de unas elecciones se había postulado como presidente del gobierno; cuando Felipe González perdió las elecciones en 1986 rechazó la posibilidad de presentarse a la investidura, teniendo muchos más fundamentos de los que posee Sánchez para haberlo intentado. Es cierto, que la actitud de Rajoy, al rechazar el encargo del Jefe del Estado, le ha dado alas, pero sólo un iluso puede asumir ese papel teniendo en sus filas 90 de los 350 diputados que configuran el Congreso y un Senado donde los Populares cuentan con una holgada mayoría absoluta.
El carácter histórico que Sánchez da a unos hechos que no recogerán los libros de historia es tan consistente como sus promesas de modificar artículos de la constitución teniendo enfrente al PP. El carácter de histórico a estos hechos, como las promesas de modificación constitucional, son, en el mejor de los casos, necedades para consumo de ignaros.
(publicada en ABC Córdoba el 2 de marzo de 2016 en esta dirección)