Los gatos son animales misteriosos. Una leyenda cuenta que en el Arca de Noé los ratones proliferaron tanto que pusieron en peligro la supervivencia de otras especies porque estaban acabando con los alimentos almacenados. Cuando el patriarca pidió la colaboración del gato este se mostró altivo y displicente por lo que Noé, como castigo, lo ató al puente en un momento de terrible tormenta. Esa sería la explicación por la que tienen horror al agua. Con el tiempo estos felinos fueron domesticados, pero es frecuente que saquen las garras en muchas situaciones. Incluso contorsionan su cuerpo cuando intuyen un peligro o se muestran inquietos por alguna circunstancia.
Acerca del misterio que los rodea tenemos referencias muy antiguas. El gato, al que los egipcios denominaban miu —ignoro si se trata de una onomatopeya referida a su maullidos— aparece representado en numerosas esculturas y pinturas que han llegado hasta nosotros. Era considerado un animal funerario cuya representación acompañaba a su dueño en la tumba, incluso aparece en ocasiones momificado, y también encontramos sarcófagos con su forma. Era un animal doméstico al que se daba el tratamiento de una deidad protectora, asociada a su capacidad para cazar roedores y, en consecuencia proteger un bien tan preciado entre las familias como eran los cereales que se almacenaban en las viviendas para confeccionar el pan, alimento fundamental en la sociedad egipcia. La gata divinizada era conocida como Bastet y se la considera la guardiana y protectora del hogar. Era una diosa eminentemente doméstica. En una excavación en tierras de Egipto, cuando la egiptomanía hacía furor entre la aristocracia británica, se descubrió un cementerio de gatos.
Bajo el imperio romano los gatos vivieron otra época dorada. Eran considerados una representación de la victoria y su compañía era muy apreciada en las legiones imperiales. Sin embargo, en la Edad Media cambiaron las tornas. Se les consideró una representación diabólica. Un símbolo del mal. Poseer un gato, sobre todo si era negro, podía acarrear serios problemas a su dueño. En algunos países de Europa .Francia, Alemania, Inglaterra, se los quemaba en la plaza pública durante la celebración de algunas festividades, persiguiéndoseles con saña, lo que repercutió en beneficio de los roedores, sus ancestrales enemigos. La mala fama de los gatos negros, como superstición, llega hasta nuestros días y su facilidad reproductora los ha convertido en vecinos, a veces muy molestos en ciertas zonas de nuestras ciudades.
En Córdoba, por ejemplo, han anidado en entre los matojos que hasta hace poco adornaban de forma escandalosa el templo romano. Son una especie de ocupas del recinto, cuya rehabilitación se ha retrasado, dada la sensibilidad del edil Pedro García, quien ha dispuesto que se retiren, con todo cuidado. Se les busque acomodo mientras duran las obras para, una vez concluidas, ocupen de nuevo el histórico recinto. El trámite de recogida de los felinos ha provocado un retraso —uno más— en el inicio de las obras al no haberse previsto con la antelación suficiente el proceso de la recogida y acomodo gatuno en lugar debidamente acondicionado. Las sociedades protectoras de animales están de enhorabuena ante la edilicia sensibilidad. Algunos otros cordobeses ven en todo ello una especie de gatuperio, palabra que procede de gato y que significa entre otras cosas, embrollo. Algo de ello ha habido al comienzo de la rehabilitación a causa de la colonia de gatos que ocupa uno de los templos que en época romana dieron aire capitalino a la Colonia Patricia.
(Publicada en ABC Córdoba el 5 de abril de 2017 en esta dirección)