Los líderes extranjeros auguran lo peor para España y aquí, por no perder la costumbre, nos lo creemos a pie juntillas.
EL deseo de saber, el ansia por conocer lo ignoto ha acompañado al ser humano desde los tiempos más remotos. Los homínidos, nuestros ancestros, ya dieron pasos muy importantes por esa senda hace muchos miles de años y ese deseo continúa en nuestro tiempo. En algunos ámbitos se ha convertido en algo tan obsesivo que trata de ir más allá del presente. En aras de esa obsesión se realizan proyecciones de futuro con las que continuamente se nos señala que para tal o cual fecha, a veces muy lejana de nuestro tiempo, ocurrirán determinados acontecimientos en función de parámetros muy concretos. Se han hecho toda clase de proyecciones en el campo de la demografía; sobre todo a partir de que Malthus enunciara que la catástrofe de la humanidad estaba servida porque frente al crecimiento aritmético de los alimentos la población aumentaba en proporción geométrica.
En nuestros días muchas de esas proyecciones se hacen en el terreno de las magnitudes económicas —estimulados por las dificultades por las que atraviesan las economías más desarrolladas del planeta desde hace algunos años—, aunque con mucha menos distancia temporal que en el terreno demográfico. Normalmente esos pronósticos señalan cual será el déficit de las cuentas públicas, el crecimiento de la economía, la tasa de paro… Son hechos por importantes personalidades en la materia acerca de la cual pronostica. A dichas personalidades se les suele denominar gurús, utilizando una palabra de origen sanscrito que significa maestro y que nuestra Real Academia de la Lengua ha admitido también con el significado de persona a la que se le reconoce autoridad intelectual.
Al comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn —quien fue jugador de fútbol en la primera división de Finlandia, su país natal—, le gusta ejercer de gurú. Es aficionado a pronosticar en el terreno de su competencia institucional. Hace dos años dejó caer, sibilinamente, que España necesitaría ser rescatada como lo habían sido Grecia, Irlanda y Portugal. Se equivocó de plano. Como se suele equivocar en sus pronósticos de cumplimiento de nuestro déficit público o en los de crecimiento de nuestro Producto Interior Bruto. No es el único de los gurús de las instituciones internacionales que desbarran como augures con una frecuencia que debería invitarles a ser más discretos o incluso a guardar ciertos silencios. Lo mismo ocurre con las cifras que adelantan el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, obligados a modificarlas de forma continua. Tanta equivocación nos lleva a pensar si no se trata de errores interesados, debidos a motivaciones extrañas. Pese a los desajustes que revelan sus proyecciones no tienen empacho en seguir pronosticando. Sin ir más lejos, Olli Rehn afirmaba, hace pocos días, que se necesitarán diez años para remediar los estragos causados por la crisis en España. Sus pronósticos suelen presentar negros panoramas, sobre todo si están referidos a los países del Mediterráneo.
Lo peor de todo este asunto es que, como esos augurios vienen de fuera, aquí, para no perder la costumbre, nos lo creemos a pies juntillas. Quizá a estos augures, como a quienes amenazan con baladronadas y se les responde que «menos lobos», habría que decirles que «menos gurús».
(Publicada en ABC Córdoba el 1 de febrero de 2014 en esta dirección)