Fue en el año 1911, hace algo más de un siglo, cuando se iniciaron las primeras excavaciones en el yacimiento arqueológico de Medina Azahara con vistas a llevar a cabo un proceso de restauración de la que fuera residencia de los califas omeyas cordobeses. Dadas sus dimensiones, sacar a la luz lo que fue la ciudad palatina mandada construir por Abderrahman III en el siglo X, es ciertamente una tarea titánica. Pero, tras más de un siglo, como tantas veces ocurre con las cosas de Córdoba, la lentitud en la toma de decisiones, a veces la incuria y la falta de interés, han hecho que todavía el noventa por ciento del yacimiento continúe sin excavar y la restauración tenga mucho de simbólica.
A la falta de impulso de la administración central primero y autonómica después se han sumado otros factores que han ejercido una fuerte influencia negativa en la puesta en valor del yacimiento. Han sido un lastre las parcelaciones que circundan aquel espacio y, han retrasado y dificultado durante tiempo la declaración de Patrimonio de la Humanidad que por fin era una realidad en 2018. Esa declaración de la Unesco ha permitido, pese a las malas conexiones de la ciudad con el yacimiento, que las visitas se hayan incrementado de forma exponencial en los últimos tiempos. En 2018 fueron ya 275.000los visitantes, frente a los186.000 del año anterior. En lo que va de año el incremento es de casi un cincuenta por ciento, al haber visitado el recinto durante el primer cuatrimestre casi 115.000 personas. Sin embargo, lo que hoy puede ver el visitante es una mínima parte de lo que fue la residencia de los omeyas. En buena medida porque durante siglos sirvió de cantera en la que los cordobeses, de épocas muy diversas, se aprovisionaban de materiales, ya labrados, que sólo necesitaban el acarreo para ser utilizados en nuevas construcciones. En parte también porque, en el más de un siglo transcurrido desde que se iniciara la excavación del yacimiento, no se le ha dedicado ni los recursos ni la atención que algo tan monumental requiere.
Hoy Medina Azahara sigue un lento proceso de restauración -el nuevo gobierno habla de la necesidad de poner en marcha un plan de choque para impulsar la restauración- que, pese a los esfuerzos de quienes se dedican a ello, no permite avances significativos por falta de personal y de recursos. Provoca grima contemplar como los procesos de restauración y puesta en valor de monumentos en otras partes de España avanzan a velocidad extraordinaria y se destinan a ellos elevadas cuantías de inversión. Un caso emblemático lo tenemos en la vieja catedral gótica de Vitoria, en el País Vasco, mientras que un yacimiento como Medina Azahara, cuyo carácter es excepcional desde el punto de vista histórico, artístico y patrimonial, apenas consigue avanzar. El llamado Salón Rico aguarda, desde hace años, la culminación de su proceso de restauración, que lleva una década bloqueado,
Ese es un reto del nuevo gobierno que, por boca de la consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, ha manifestado su propósito de afrontarlo con decisión y acabar con el mencionado bloqueo, al contar con posibilidades de financiación. Si sus promesas se materializan, supondría poner punto final a una situación lamentable, al tiempo que significaría revertir la falta de interés mostrada por la administración socialista.
(Publicada en ABC Córdoba el 8 de mayo de 2019 en esta dirección)