No soy muy amigo de las encuestas. No tanto porque ofrecen una imagen puntual que puede variar rápidamente, sino porque existe lo que los entendidos denominan como ajustes y popularmente se conoce como «cocina». Los «cocineros» suelen añadir a los ingredientes sustanciales del guiso dosis importantes de especias, sal o vinagre, según su mejor parecer y entender. Así, «cocinado», es como se nos ofrece el producto final.
No encontraba una explicación lógica para el espectacular ascenso que las encuestas, todas ellas, señalaban en la intención de voto del PSOE con la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa. Menos aún de la forma en que lo había hecho, es decir de la mano, entre otros, de los independentistas catalanes y de los hijos ideológicos de los asesinos de ETA. No encontraba la lógica a una subida que presentaba unas opciones de voto para el PSOE que se aproximaban al treinta por ciento situándolo entorno a los ciento veinte escaños. Casi un cincuenta por ciento más de los escuálidos ochenta y cuatro que las urnas le habían otorgado en las últimas elecciones. Me preguntaba que había hecho Pedro Sánchez, más allá de ocupar la Moncloa sin pasar por las urnas, para que las encuestas dieran aquellos resultados. Sigo sin encontrarle explicación.
Han pasado cien días desde que Pedro Sánchez llegó a la Presidencia del Gobierno y ahora las encuestas apuntan a que está cosechando una notable pérdida de apoyos electorales. Lo ocurrido a lo largo del verano apunta a esa pérdida de apoyos. Tampoco me lo creo, pese a que tiene cierta lógica. Nos hemos encontrado, por primera vez en bastantes años, que las cifras del empleo del mes de agosto presentan cifras a la baja. El turismo, fuente fundamental de la riqueza del país, también se ha movido en los meses de verano en parámetros negativos. Los datos del consumo familiar también señalan un descenso, lo que tiene su repercusión en el crecimiento de la economía.
Si a ello añadimos las continuas rectificaciones, siempre negadas desde el gobierno de forma que causa grima, en asuntos que tienen honda repercusión en la opinión pública, entendemos que Pedro Sánchez se agarre a nuevas leyes de memoria histórica, con remoción de tumbas incluidas. No es serio pasar de negar la defensa del juez Pablo Llarena, ante las acometidas de Puigdemont y sus adláteres, a asumirla. Como tampoco lo es que se pase de cancelar un contrato armamentístico con Arabia Saudí, a sostener que se mantendrá, al verse acuciado porque dicha ruptura, podía tener gravísimas consecuencias en otro contrato, no menos armamentístico, firmado con el mismo país y que genera miles de empleos en una zona tan castigada laboralmente como la bahía de Cádiz.
El escándalo ha sido tal que hasta el alcalde podemita de Cádiz ha salido en defensa del contrato que prevé la entrega de cinco corbetas a la armada Saudí. La tesis, que durante años Sánchez mantuvo casi oculta, ha sido ahora colgada en internet, pero ha descolocado a Sánchez. Literalmente lo ha sacado de sus casillas y, por el momento, no quiere que se le pregunte sobre ello en el Congreso. Mala cosa.
Hay, además, un dato significativo. Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, ha decidido adelantar las elecciones Los andaluces vamos a las urnas en noviembre, solo queda por determinar la fecha. Algo se ha olido la lideresa socialista andaluza para que no vayan a coincidir las elecciones autonómicas con unas generales y Pedro Sánchez como candidato.
(Publicada en ABC Córdoba el 22 de septiembre de 2018 en esta dirección)