La presidenta de la Junta de Andalucía le sacaba los colores -es un decir- a Teresa Rodríguez quien tenía que ponerse a beber agua cuando Susana Díaz le espetaba, en sede parlamentaria, que ya estaba bien de enfangar la política y le recriminaba sus deseos de ir juntos a las elecciones con la casta. La presidenta andaluza al hacer alusión a la casta se estaba refiriendo a su propio partido, pero podía haberse referido a Izquierda Unida que, según los podemitas, hace sólo unos meses además de formar parte de la casta, eran políticamente unos casposos. Susana Díaz estaba poniendo el dedo en una de las llagas que ya supuran en Podemos, la de pactar listas, puestos y dineros con quienes han estado vilipendiando hasta hace muy pocas semanas. Decimos llagas porque basta repasar someramente el panorama actual para comprobar por qué derroteros se mueven quienes anuncian eso que ellos llaman la nueva política. No hay más que mirar a Venezuela, a la que ellos han prestado asesoramiento, que aparece con su economía destrozada, socialmente descompuesta y enfrentada y al patético Madura buscando fantasmas en el exterior. Basta con echar una ojeada a la Grecia gobernada por Alexis Tsipras, conmilitón ideológico de Pablo Iglesias, quien en una gesto de soberbia -uno más de los que nos proporciona periódicamente- le pedía que aguantase unos meses esperando a que él llegase como un salvador. Sólo han transcurrido unos meses para comprobar cómo en Gracia han sido pulverizadas las pensiones, el IVA ha subido al 24 por ciento y el conmilitón de Pablo Iglesias se ha plegado a todas las exigencias de la denostada Troika, cuyos integrantes no volverían a pisar Atenas.
En su proceso de pacto con la casta sólo hay que ver cuáles han sido los escollos -algunos siguen coleando- para cerrar el acuerdo político entre Iglesias y Garzón: los puestos en las listas y una solución a los graves problemas económicos de Izquierda Unida. Incluso utilizan los viejísimos procedimientos de asegurar a determinadas personas un escaño por la vía de los diputados cuneros. Podemos no ha tenido empacho en colocar cabezas de lista a personas que no tienen relación con la provincia, caso de Almería y quien fue Jemad, que se ha prestado a ello y ha recibido impresentables insultos de sus socios almerienses de Izquierda Unida que le recriminan, entre otras cosas, haber sido soldado. Iglesias ha solucionado el conflicto como es habitual en él: “manu militari”. El número uno de la lista de Almería al Congreso de los Diputados es Rodríguez, quien en un acto podemita celebrado en Córdoba era defendido por Julio Anguita con una auténtica perla cultivada: “También hay militares de izquierdas, como Chávez”. A Iglesias, presente en el acto, le mentaba a la bicha bolivariana de la que quiere desprenderse, dada la realidad por la que atraviesa el país al que tan ligado ideológicamente está.
¿Es esta la nueva política anunciada a bombo y platillo por Podemos?
Emplea métodos propios de la casta. Iglesias hace uso del ordeno y mando. Se considera un salvador, protagonista de numerosos momentos históricos, según sus propias palabras. La realidad del debate para el acuerdo con Izquierda Unida ha estado presidido por formas propias de la vieja política de la que dice abominar: listas, puestos… y dineros que estrangulan la economía de la formación que lidera Garzón. Dineros como decía don Juan Valera, que siempre estuvo escaso de ellos porque era muy gastoso.
(Publicada en ABC Córdoba el 18 de mayo de 2016 en esta dirección)