El entusiasmo de quienes trabajan por el felino contrasta con el despilfarro y la desidia de la Administración
TIENE razón el responsable del programa para la conservación y recuperación del lince ibérico cuando afirma que se trata de una especie única en el mundo y que es necesario protegerlo para que no se extinga. También tiene razón al decir que llama la atención la belleza de este felino, con pinceles en la punta de la orejas, y nadie desea que se extinga, salvo algún desalmado al que ni le interesa la naturaleza ni la conservación de las especies
Sin embargo, algunas decisiones políticas y de carácter administrativo, relativas a la forma en cómo se lleva a cabo ese programa, parece que apuntan en otra dirección. En la provincia de Córdoba tenemos un ejemplo donde el derroche y la falta de planificación son evidentes. Hace años, exactamente siete, la Junta de Andalucía compró a un excalde de la localidad de Villafranca, perteneciente al partido socialista, una parcela de 165.000 metros cuadrados, que los vecinos del pueblo conocen como «La Isla» —se trata de un islote en la ribera del Guadalquivir—. Por dicha parcela pagó 400.000 euros. Estaba destinada a poner en marcha un centro para la cría en cautividad del lince. La Junta se decidió por «La Isla», rechazando la oferta de otra parcela, llamada «Los Almendrillos» en el pago de La Sierrezuela, lindante con una zona forestal propiedad de la Junta. Desconocemos las razones para esa decisión, pero resulta que «La Isla» es una zona inundable como consecuencia de las crecidas del Guadalquivir. Esa es una mala cosa. Pero peor aún es que tras el desembolso de los 400.000 euros hayan transcurrido siete años sin que se lleve a cabo ninguna actuación para poner en funcionamiento dicha instalación. En resumidas cuentas en «La Isla» ni hay centro de cría, ni hay linces, ni se llevan a cabo programas de reproducción. Lo que al día de hoy hay en «La Isla» —las secuelas de la crisis— son villafranqueños cultivando hortalizas con el permiso de las autoridades.
Hace año y medio, la entonces consejera de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía, María Jesús Serrano, señaló que la prioridad de la Junta eran las personas y no las infraestructuras. Sabias palabras las que dan prioridad a las personas. Pero la Junta podría explicar entonces porque en quince años se han invertido en el programa para proteger al lince ibérico una suma que alcanza los 70 millones de euros. Con esos millones se ha conseguido que su población, según estimaciones, se haya triplicado. Eso supone que la población de linces ibéricos, que mayoritariamente se encuentra en Andalucía, haya pasado de un centenar a algo más de trescientos, lo que no la pone a salvo del peligro de extinción.
Si hacemos la cuenta de lo que ha costado cada lince es una millonada. Si lo calculamos la cifra en pesetas, que es donde a veces las cifras cobran su verdadera dimensión, cada uno de esos hermosos animales ha salido por un cincuenta millones. Es decir que los dos atropellos que en las últimas semanas se han producido en carreteras cordobesas han salido por un pico grande. Algo que sólo se explica con el despilfarro y la desidia de la administración, que contrastan con el entusiasmo de quienes, más allá de extrañas decisiones e incomprensibles actitudes que nos cuestan un dineral, luchan porque un animal tan hermoso como el lince ibérico siga siendo un representante de nuestra fauna.
(Publicada en ABC Córdoba el 19 de agosto de 2015 en esta dirección)