Se atribuye a Amadeo de Saboya, el único monarca reinante de la dinastía que el general Prim intentó entronizar en España, tras la caída de Isabel II, la frase de que los españoles eran un pueblo ingobernable. Es posible que Amadeo nunca dijese tal cosa, pero el ambiente que se respiraba en la España de 1873, momento en que el soberano abdicaba dando lugar a la proclamación de la Primera República, era propicio para decir una cosa así. La noche electoral del pasado domingo podía leerse en el atril desde el que comparecía la representante de las CUP la palabra “Ingovernables”. Estaba segmentada, In-gover-nables pero el mensaje estaba claro, procedente de un grupo antisistema. Esa es la sensación que muchos españoles tenían la noche del 10 de noviembre cuando los resultados apuntaban a que volverá a ser difícil formar un gobierno con los mimbres que hay, salvo que se produzcan cambios sustanciales en las formas que se han gastado en la política española de los últimos años.
Han sido cuatro elecciones en los cuatro últimos años. Desde que el denostado bipartidismo que había dado estabilidad política durante más de tres décadas despareció del mapa político, no ha sido fácil configurar un gobierno. Rajoy sólo lo consiguió a la segunda y fue desalojado por una moción de censura, impulsada por Pedro Sánchez acompañado por difíciles compañeros viaje -una forma suave de señalar a algunos de los que le apoyaron en aquella moción- que no pudo mantenerse en el poder todo el tiempo que deseaba, faltando a su palabra de convocar elecciones rápidamente. Las elecciones no le depararon una mayoría suficiente para gobernar y oyendo los susurros de Iván Redondo y Tezanos rechazó la posibilidad de un gobierno de coalición y lanzó al país a una nueva cita electoral. Las cosas no le han salido como le sugerían los susodichos. Respecto a las elecciones del 28 de abril ha perdido tres escaños en el Congreso y treinta y uno en el Senado, privándole de la mayoría absoluta en esta cámara. Únase a ello la pérdida de más de setecientos cincuenta mil votos. Todo un batacazo.
En Córdoba, donde no ha salido mal parado, conserva los dos escaños del Congreso y los tres senadores que lograba en abril, ha perdido cerca de diecisiete mil votos, mientras que el Partido Popular subía un escaño en el Congreso y aumentaba en más de diez mil sus votantes, aunque queda muy lejos del ascenso experimentado por Vox que ha sumado más de veinticinco mil nuevos apoyos, pasando de los casi cincuenta y siete mil a más de ochenta y dos mil. Podemos se ha dejado algo más de seis mil votos y el gran batacazo ha sido para Ciudadanos que se ha quedado sin representación en el Congreso y perdido cerca de cuarenta y tres mil votos. Vox se ha convertido en la tercera fuerza política cordobesa. Llama particularmente la atención el hecho de que, en muchos de los municipios más importantes de la provincia, donde apenas tiene representación municipal, haya obtenido unos resultados verdaderamente considerables. Ha sido el partido más votado en Lucena, y segunda fuerza en localidades como Puente Genil, Cabra, Priego, Peñarroya, Montoro o La Carlota.
Las elecciones del 10 de noviembre han traído importantes modificaciones en el mapa político cordobés, aunque sólo se ha producido el cambio de un escaño en lo que se refiere al Congreso, que pasa de Ciudadanos al Partido Popular.
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de noviembre de 2019 en esta dirección)
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