Las suegras nunca han tenido buena fama. Es uno de los elementos familiares que mayor discordia generan, aunque habrá quien piense que todo lo que se cuenta de ellas y sus actos forma parte del mundo literario. Pero ¡se cuenta cada historia de suegras! Su imagen es mucho peor que la del suegro. Por mucho que hayamos prosperado en el campo de la igualdad de género, en este terreno, al menos por el momento, las diferencias son sustanciales entre el masculino y el femenino, y resultan claramente favorables a los primeros. Los suegros salen mucho mejor parados en los roles familiares, salvo excepciones que vienen a confirmar la regla. Los suegros, por ejemplo, no tienen, generalmente, joyas de tanto valor como las de las suegras o si las poseen son de importancia mucho menor. Esas joyas se convierten para muchas familias en oscuros objetos de deseo y hasta pueden llegar a ser una grave fuente de conflictos a la hora de testamentos y herencias familiares. Las joyas de la suegra incluso pueden derivar en un serio problema familiar mucho antes que llegue la hora del testamento o de la herencia.

Imaginemos, por ejemplo, a un yerno que, falto de numerario, es tentado por esas empresas dedicadas a la compra de oro y que proliferan sobre todo en momentos de crisis en que la falta de liquidez atenaza la economía de muchas familias a las que precisamente, por la dinámica de la crisis, las puertas de las entidades de crédito le están cerradas. Ve una forma de financiación en las joyas de la suegra que están guardadas en una caja fuerte, cuya clave conoce porque la suegra se la ha revelado. La mala tentación le hace abrirla a sus espaldas y sustrae una serie de piezas que no son baratijas menores. El yerno las vende a un precio muy inferior al que el mercado fija para la onza de oro, pero obtiene la ansiada liquidez. Algo que le permite resolver algún problema monetario o darse un capricho para el que no alcanza su numerario.

En esa imaginaria circunstancia, el lector comprenderá que en la familia en cuestión se organiza una bronca monumental al descubrirse que las joyas han desaparecido. Se inician indagaciones, pesquisas, investigaciones… hasta que se descubre que el yerno ha sido el autor de la fechoría y ha dejado a la suegra sin sus joyas. Imaginemos —esto no debe resultar demasiado complicado— que la relación entre el yerno sustractor y la suegra sustraída se ha enturbiado y, además, no es posible un arreglo familiar para salvar la situación. Entre otras razones porque las joyas de la suegra no fueron pignoradas y exista la posibilidad del rescate, sino vendidas en firme. La suegra denuncia al yerno ante los tribunales de justicia que, con el paso del tiempo, emiten sentencia. El yerno tendrá que indemnizar a la suegra con casi cinco mil euros y además es condenado a un año de cárcel. Imaginemos, por último, que el condenado es un alto cargo de la consejería de Justicia de la Junta de Andalucía y miembro de una importante saga dentro del PSOE andaluz, que lleva casi cuatro décadas gobernando el territorio.

Algún lector pensará que he dejado volar mi imaginación con una historia de suegras. Que da para un relato o incluso una novela de intriga. Pero no es así. La historia de las joyas de la suegra, con sus correspondientes aditamentos, ha tenido lugar en Cádiz.

(Publicada en ABC Córdoba el 12 de julio de 2018 en esta dirección)

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