Se acaba de vivir otro incidente en aguas de la bahía de Algeciras y van… Es la historia interminable, que diría Michael Ende.

Este mismo año ya ha habido varios. Uno a cuenta del submarino nuclear HMS Torbay, de la Royal Navy, cuya salida del puesto de Gibraltar fue «presuntamente» interferida por una patrullera de la Guardia Civil. Poco después, en el pasado mes de mayo, otro protagonizado por un pesquero gibraltareño que faenaba en aguas de la bahía de Algeciras y fue abordado por otra patrullera de la Guardia Civil. En esta ocasión el incidente, según los británicos, ha estado provocado por la persecución de un helicóptero y una patrullera de la Guardia Civil a una lancha de contrabandistas, también española. El Foreign Office ha acusado a las autoridades españolas de haber violado las aguas gibraltareñas y considera la acción inaceptable desde el punto de vista del Derecho Marítimo Internacional. La respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores español ha sido negar la existencia del incidente del que hablan los británicos, porque, sencillamente, la patrullera española operaba en aguas española y el helicóptero volaba por el espacio aéreo español.

A lo largo de los siglos de presencia colonial británica en Gibraltar, que tiene su base jurídica en el tratado de Utrecht (1713), Gran Bretaña ha cometido todo tipo de abusos, muchos de ellos ante la desidia y pasividad de las autoridades españolas, en lo que respecta al dominio del Peñón y que el mencionado tratado deja meridianamente claro hasta donde llegan los límites de la soberanía británica. En el artículo X se señala que se cedía la propiedad de Gibraltar «juntamente con su puerto, fortalezas y defensas que le pertenecen… sin jurisdicción territorial alguna y sin comunicación abierta alguna con el país circunvecino por parte de tierra». Sin embargo, los británicos fueron apoderándose subrepticiamente de la mayor parte del istmo, hasta el punto de que España se vio en la necesidad de levantar una línea de fortificaciones militares —la llamada Línea de Contravalación— para frenar esas apropiaciones. Dichas fortificaciones fueron el origen de La Línea de la Concepción. Los británicos aprovecharon los complicados años de la guerra de la Independencia para destruirlas, como destruyeron en aquella misma guerra, siendo nuestros aliados, los telares de Béjar o la fábrica de porcelanas del Buen Retiro. También ampliaron su dominio al quedarse con los terrenos cedidos por España para que levantasen, a principios del siglo XX, un hospital de campaña donde atender a los enfermos de una epidemia. Jamás los devolvieron y años más tarde se sirvieron de ellos para construir un aeropuerto.

A esas apropiaciones, logradas siempre con malas artes, pretenden sumar las de unas aguas territoriales, que adjudican, sin ninguna clase de títulos, a Gibraltar. Hace bien el gobierno español de negar la mayor: la existencia misma del incidente, al considerar que las patrulleras de la Guardia Civil actúan dentro de las aguas españolas. Con una historia jalonada de apropiaciones ilegales no se puede ceder un solo milímetro. Eso sería tanto como volver a los tiempos de la desidia hispana en que fueron desplazando el límite fronterizo ocupando buena parte del istmo. Utrecht, que es donde Gran Bretaña asienta sus derechos de soberanía, lo señala con claridad: sólo el Peñón. Por algo los gaditanos, a los que les sobra sal para regalar, llaman «llanitos» a los Gibraltareños. Ni por asomo se les ocurre llamarlos «marineritos».

(Publicada en ABC Córdoba el 15 de agosto de 2015 en esta dirección)

One Response to Las aguas de la discordia | JoséCalvoPoyato
  1. la culpa de esto la tiene el bipartidismo español q lo ha financiado la corrupcion como en paises subdesarrollados.sr.calvo le ha faltado decir q es la unica colonia europea entre supuestos socios.y el ministro dijo a principios de legislatura q iba actuar.esta claro q los señoritos españoles son muy amigos de los ingleses,o la colonia inglesa es de la linia hacia dentro.


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