Decir que «hoy la prioridad de la Junta son las personas y no las infraestructuras» no es de recibo en un tierra azote del paro.
LOS alemanes, con esa precisión y meticulosidad que les caracteriza, para bien o para mal, decidieron hace ya mucho tiempo agrupar los museos en los que podían verse las grandes creaciones de los artistas alemanes y también las que fruto de campañas de excavaciones en otros países —principalmente Grecia, Egipto y Persia— y del expolio practicado por las potencias colonialistas europeas. En una isla rodeada por los brazos del Spree crearon un espacio al que denominaron la Isla de los Museos. Allí pueden contemplarse desde el busto de Nefertiti hasta la puerta de Isthar, pasado por el Altar de Pérgamo o la Puerta de Mileto.
La Junta de Andalucía también decidió que en una isla, en este caso entre los brazos de Guadalquivir se alojara un Centro de Interpretación del Lince Ibérico, al considerar que la mencionada especie, en trance de desaparición, merecía tener un criadero. La mencionada isla está en el término municipal de Villafranca de Córdoba y tiene más de ciento sesenta mil metros cuadrados. Por ella pagó la Junta 400.000 euros. Iba a ser la «isla de los linces» donde iba a alzarse una infraestructura cuyo presupuesto se cifraba en tres millones de euros. Pero a diferencia de la planificación germánica que dio como resultado la Isla de los Museos, en la de los linces de Villafranca todo ha trascurrido de una manera muy diferente. Primero, en 2008, fueron las declaraciones sobre la importancia de la conservación del lince ibérico lo que, sobradamente, explicaba la puesta en marcha del proyecto. El de la localidad cordobesa vendría a sumarse a los dos ya existentes en las provincias de Huelva y Jaén. Después, al año siguiente, se anunció su puesta en marcha. El número de linces sería de dieciséis y en 2010 se tendrían las primeras crías de lince nacidas en la isla.
Hoy, cuatro años después nos encontramos con que ni hay centro de interpretación, ni hay linces, ni ha habido reproducciones, ni hay crías. Hoy, la Junta de Andalucía ha decidido que el proyecto, después de la larga siesta —esa que a medio camino entre el estupor y la admiración tanto interesa a los anglosajones— de que ha disfrutado, como ocurre con demasiada frecuencia, ha decidido que duerma el sueño de los justos. La Isla de los Linces se ha ido a garete. La explicación dada por la consejera de Medio Ambiente es que «hoy la prioridad de la Junta son las personas y no las infraestructuras».
¿Hoy? Esa frase es, sin duda, un desliz. Porque dicha en una tierra donde el azote del paro es endémico, donde quienes viven en ella han estado siempre por debajo de la media de España en cuanto a niveles de renta se refiere; en una tierra donde seis de sus ocho provincias tienen el dudoso honor de ocupar uno de los diez últimos lugares entre las cincuenta de España, eso suena muy poco serio. Mejor asumir que los excesos, por ejemplo, que denotan ciertas subvenciones, como las recibidas por UGT, o el despilfarro que se ha revelado en muchos ERE, han llevado a aplicar políticas de recortes. Pero decir que «hoy la prioridad de la Junta son las personas y no las infraestructuras» no es de recibo.
(Publicada en ABC Córdoba el 19 de marzo de 2014 en esta dirección)