Los Quti -conocidos posteriormente también como los Kati- abandonaron Castilla en la segunda mitad del siglo XV, a causa de la conflictividad religiosa del momento y, después de un largo peregrinar, se asentaron en tierras de lo que hoy es Mali. Se instalaron en Gao, entonces capital del imperio de Songhay, y en Tombuctú, la ciudad que los tuaregs situada en la llamada Curva del Níger y que fue en otro tiempo un emporio económico y cultural. Hasta esta legendaria ciudad, la de las caravanas de oro, sal y papel, llevaron los Quti su biblioteca, formada por manuscritos de Derecho, Medicina, Astronomía, Lógica, Matemáticas y otras materias. Textos escritos por toledanos, cordobeses, granadinos, zaragozanos…. Esa biblioteca ha permanecido hasta nuestros días en manos de dicha familia, generación tras generación, y es conocida como la Biblioteca Andalusí de Tombuctú.
Sus vicisitudes a lo largo de los siglos han sido incontables: pérdidas dolorosas, incorporaciones valiosas y alguna aventura extraordinaria, como la acaecida a finales del siglo XIX cuando los franceses colonizaron la Curva del Níger. Su propietario de entonces, Mahmud Quti, la ocultó, trasladándola de un lugar a otro, para evitar que los colonizadores galos, que tenían conocimiento de ella, se la llevasen a Francia.
Ignoro que ha podido ocurrir con esta biblioteca donde se conserva parte de nuestra cultura medieval. Las noticias que nos llegan, después de que tropas francesas y el ejército maliense hayan entrado en Tombuctú, son alarmantes. Los yihadistas se han regido por la sharia y, según su particular interpretación del Corán, han destruido todo aquello en su opinión puede distraer de su fe a los verdaderos creyentes. Han destruido numerosas bibliotecas y han arruinado todo un símbolo de Tombuctú, la llamada Puerta del Fin del Mundo que, según la tradición local, no debe abrirse jamás porque cuando eso ocurra será el final de los tiempos.
Esperemos que un Quti contemporáneo haya sido, ante la barbarie de los yihadistas, tan habilidoso como el que ocultó la biblioteca a los franceses a finales del siglo XIX y a quien el periodista Félix Dubois dedicó un capítulo en su «Tombouctou la mystérieuse», publicado en 1897 y el mundo cultural de la época conoció como el sabio Quti, descendiente de aquel toledano que salió de Castilla en tiempos de Enrique IV.
(Publicada en ABC Córdoba el 2 de febrero de 2013 en esta dirección)