El oportunismo de los británicos es tan palmario que no necesita explicación, pero es inadmisible que hablen de coherencia

En una nota hecha pública por el Foreign Office se señala que su actuación en Gibraltar es coherente con la política que tienen en «otros territorios de ultramar». Vaya por delante que lo de «otros territorios de ultramar» suena a rancio y da la impresión de que no es sino la muestra palpable de lo que pesa la tradición en los británicos, que se afanan en denominar algo que fue y ya no es. Lo de «otros territorios de ultramar» es una forma, puramente verbal, de aferrarse a las glorias del fenecido imperio Británico. Es un quiero y no puedo… y eso, lógicamente, incluye el aparentar lo que ya no se es. Quizá por ello se aferran con tanta fuerza a la Roca —como ellos llaman al Peñón—, al ser uno de sus últimos reductos coloniales. Pero no es mi propósito hablar aquí de glorias pretéritas, sino de la incoherencia de sus alegatos de coherencia. En la mencionada nota del Foreign Office se añade que la autodeterminación es para ellos más importante que la integridad territorial. Evidentemente se están refiriendo a la integridad territorial de España. Habría que preguntarle al Foreign Office acerca de la actitud —para que expliquen sus «coherentes planteamientos»— que primó en el caso de Hong Kong a la hora de tomar la decisión de abandonar aquella colonia enclavada en territorio de la República Popular de China. ¿Por qué se impuso entonces el criterio de integridad territorial frente al de autodeterminación? ¿Dónde está la coherencia que ahora sacan a relucir como consecuencia de las tensiones provocadas por el hormigón arrojado al mar por parte del gibraltareño Picardo? ¿Por qué en el caso de Hong Kong su actitud era diametralmente opuesta a la que mantienen respecto a Gibraltar?

La respuesta a estas preguntas es muy simple. No se podía enfadar a la República Popular de China, hoy un coloso comercial, política y militarmente hablando y que ya despuntaba cuando acordaron que Hong Kong se integraría territorialmente a China en el año 2000. Por el contrario la potencialidad española es muy diferente. Por eso el trato es distinto y también por eso David Cameron se permite exabruptos con nuestras autoridades que jamás tendría con los mandatarios chinos. El oportunismo de los británicos es tan palmario que no necesita explicación, pero lo que resulta inadmisible es que además pretendan hablar de «coherencia» en su política con los «territorios de ultramar».

Estamos, una vez más, ante declaraciones para consumo interno tan del gusto de los británicos —su historia está llena de ellas—, con las que pretenden aparecer como lo que no son. Saben que el llamado ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, es un provocador. No sólo se dedica a echar hormigón al fondo del mar sino que aprovecha la presencia de barcos de la armada británica en unas maniobras, previstas desde hace meses, para alardear. Los británicos son coherentes al defenderlo porque en Gibraltar tienen su residuo imperialista y también lo son políticamente al cerrar filas en la defensa de aquello que les interesa. Algunos deberían tomar nota de eso. Pero… ¿coherencia a la hora de su política en Gibraltar con otros territorios de ultramar?

¡A otro chucho con ese hueso! Que diría un castizo.

(Publicada en ABC Córdoba el 14 de agosto de 2013 en esta dirección)

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