El paso de Karlotta dejado mucha agua en tierras de Córdoba. Ha llovido más en el valle del Guadalquivir que en las tierras cordobesas del mediodía, las accidentadas por las Subbéticas. Los cien litros de agua que córdoba ha recibido en estos días son más que “agua de mayo” porque la sequía tan pertinaz, como en tiempos del franquismo, había llevado a tomar medidas de restricción en la ciudad —como no es Cataluña a ellas no se refieren las grandes cadenas de televisión en sus informativos—. El Guadalquivir que se podía, hace solo unos días, cruzar a pie enjuto, ha bajado a la altura de Córdoba mucha agua, algo que no deja de llamar la atención porque han bastado unos cuantos días de lluvia para que recupere un caudal que ha subido de forma importante. Eso no ocurría en otros tiempos porque los ríos se drenaban y los areneros obtenían arena lavada, cuya calidad para la construcción era de extraordinario valor y quienes trabajaban el empedrado conocido como cordobés, utilizando cantos rodados, principalmente, blancos y negros. Hoy, como no se puede drenar el cauce, ni los unos ni los otros pueden sacar esa materia prima porque el ecologismo que ha impuesto sus normas no lo permite. La arena para la construcción se obtiene de cantera —afirman quienes saben de ello que es de calidad muy inferior a la que, lavada, se sacaba del río— y se están destruyendo determinados paisajes que fenecen para conservar otros. Es la nueva normativa que ha impuesto unos parámetros que son considerados por algunos como una especie de religión.
En otro tiempo para que el cauce del río aumentase de forma sustancial se necesitaba que lloviera más de lo que lo ha hecho. Sin duda, porque era más profundo y permitía el paso de mayor cantidad de agua. Se planteaba incluso la posibilidad de convertirlo en navegable hasta Córdoba, en tiempo de Felipe II. Más allá de el drenaje del cauce, considerado hoy pecado mortal, se procedía a la limpieza de las riberas, cuya obligación recaía en los propietarios de las heredades por donde discurría el río o por los cabildos municipales cuando el recorrido lo era por zona urbana. Hoy tampoco es posible, lo que en algunos lugares crea problemas muy graves. Los agricultores de las riberas del Ebro ven con espanto la crecida de ese río porque no necesita grandes lluvias para desbordarse en muchos puntos de su recorrido inundando sus campos, más allá de quienes se han aprovechado de terrenos que otrora eran de dominio hidráulico. Esos agricultores que, cargados de razones, han decidido ponerse en pie de guerra, con el rechazo de los llamados sindicatos de clase porque sostienen la peregrina idea de que quienes protestan son empresarios y no se trata de trabajadores, saben lo que eso supone.
Bienvenidas las recientes lluvias que en algo aliviarán la grave situación de sequía que padecemos por estos lares, aunque es necesaria mucha más agua para que la situación comience a normalizarse. Lo que no sabemos es las consecuencias que tendría esa mayor cantidad de agua cuando el cauce del Guadalquivir ha experimentado una subida importante con la caída de cien litros por metro cuadrado sobre unas tierras que están sedientas.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 16 de febrero de 2024 en esta dirección)