Hay a quien se le llena la boca con los logros alcanzados en este tiempo, como la universalización de la enseñanza hasta los dieciséis años, con la educación de adultos para la erradicación del analfabetismo, con la ampliación del número de nuestras universidades —sin duda un exceso—, con el acceso a la Universidad de un mayor número de estudiantes o con la ampliación de carreras y especialidades que pueden cursarse. Sin embargo, los indicadores nacionales e internacionales que evalúan nuestro sistema educativo señalan que ninguna de dichas universidades se encuentra entre las punteras a nivel mundial, que los niveles de preparación de nuestros estudiantes en materias básicas para su formación están muy por debajo del lugar que nos correspondería o que el fracaso escolar es elevadísimo y alcanza niveles alarmantes. Que la Logse —la ley educativa actualmente en vigor— hay que cambiarla es algo que casi nadie discute. Sin embargo, la propuesta legislativa en materia educativa del actual Gobierno encuentra un rechazo —presión en la calle incluida— como para que después de haberse fijado la fecha del 10 de mayo para su aprobación en Consejo de Ministros, la misma no se haya producido.
Se aluden desde el Gobierno razones técnicas, jurídicas y económicas. Mal argumento cuando, en vísperas del mencionado consejo, había huelga en los centros y manifestaciones en las calles —las cifras de huelguistas y manifestantes ofrecidas, presentan como siempre diferencias más que notables—; se protestaba contra la nueva ley del ministro Wert. Está fuera de toda lógica sostener frente a quienes protestan que la ley se aprobará y no hacerlo porque, se dice, quedan retoques y algunos ajustes pendientes. Los huelguistas y manifestantes se apuntan la no aprobación como un triunfo propio y el gobierno lo niega en medio del fragor de la batalla.
Mientras, profesores desmotivados y aburridos con tareas administrativas —la Logse las contempla en abundancia— que nadie revisa ni evalúa, digo esto último con conocimiento de causa, la autoridad del profesorado por los suelos, el acoso escolar presente en las aulas, los botellones celebrándose los jueves con lo que los viernes la actividad académica de las universidades se reduce a la mínima expresión. Hace falta una ley de educación y… algo más que ponga fin a esta situación.
(Publicada en ABC Córdoba el 15 de mayo de 2013 en esta dirección)