No sirve de consuelo saber que Córdoba es un eslabón más de la cadena de paro que azota a Andalucía o que en Jaén y Almería los porcentajes de paro incluso superan los datos de Córdoba. En Andalucía el número de parados, siempre según la mencionada Encuesta de Población Activa, alcanza la friolera de 1.424.200 y lo que indican los números del trimestre anterior es que de los 85.000 nuevos desempleados que hay en España, Andalucía ha aportado a esa negra cifra 61.300, es decir el 72 por ciento. Tres de cada cuatro nuevos parados son andaluces y en Córdoba, en sólo tres meses, los desempleados son un diez por ciento más que en el trimestre anterior.

Tal vez, alguno de los amables lectores de esta columna, piense que hasta aquí todo es una sopa de cifras enmarañada, puede que tenga razón. Pero lo que hay detrás de ellas son docenas de miles de dramas humanos, de gente desesperanzada, incluso me atrevería a decir que desesperada. Recuerdo las palabras de mi maestro cuando, perfilando datos de demografía para mi tesis doctoral, me decía que nunca olvidase que detrás de las cifras había seres humanos. Gente de carne y hueso que sentían, sufrían o disfrutaban de la vida, según sus circunstancias. Sobre eso pretendo llamar, modestamente, la atención. Suenan a sarcasmo e incluso recuerdan los brotes verdes de otro tiempo, las palabras de hace unos días de la ministra Fátima Báñez -andaluza de Huelva por más señas- cuando afirmaba que se vislumbran datos esperanzadores. Es otro sarcasmo que el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, con un paro que en Andalucía supera el 35 por ciento, ande postulándose en los entresijos del partido socialista como principal beneficiario del cadáver político de Rubalcaba y solo encuentro la palabra bochorno, como la más adecuada, para señalar la inauguración -a falta de otra cosa que inaugurar- del inicio de la cosecha de naranjas, protagonizada por el vicepresidente de la Junta, Diego Valderas.

Para completar el panorama los que iban a procurar el bienestar ciudadano a nivel planetario, desde del llamado Centro de Innovación del Bienestar Ciudadano y que para tamaña empresa recibieron 15,5 millones de euros de la Junta de Andalucía están desaparecidos. El centro carece de empleados y tiene pinta de fantasma. La cosa tiene bemoles.

(Columna publicada en ABC Córdoba el 3 de noviembre de 2012 en esta dirección)

 

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