El deseo de que lo foráneo es más atractivo que lo propio entre nosotros tiene una de sus manifestaciones en la denominación de HolyCards, que se da a los cromos con imágenes religiosas. Traducido literalmente sería cartas o tarjetas sagradas. Por si no teníamos suficiente con Halloween para referirnos al Día de los Santos, llamar party a lo que es una fiesta o que para una referirse a un piscolabis, que según la Real Academia de la Lengua es una ligera refacción que se toma no tanto por necesidad como por ocasión a eso de la media mañana, digamos brunch, ahora tenemos en Córdoba las HolyCards.
Me parece adecuado el que determinadas tradiciones, en el caso que nos ocupa la difusión de las imágenes que se procesionan en Córdoba durante los días de Semana Santa o de procesiones que tienen lugar fuera de esas fechas, sean motivo de colección y que los niños —dados al coleccionismo con el inicio de cada temporada futbolística— lo hagan con algo tan nuestro como son tradiciones enraizadas en el tiempo. Nada que objetar. Pero el nombre de HolyCards, que ya el año pasado se dio a esas estampas no me parece el más adecuado. La edición correspondiente a este año, en la que se incorporan a las de la capital imágenes de otras localidades como es el caso de Lucena, La Rambla, Cabra, Puente Genil, Baena, Montilla y Pozoblanco, se ha presentado hace pocos días y al acto de presentación han dado cobertura las principales instituciones cordobesas, como es el caso de la Diputación Provincial del Ayuntamiento de la capital, así como de otros municipios importantes de la provincia.
Ciertamente el mundo de las cofradías tiene numerosos elementos que forman parte de nuestra tradición y, en consecuencia, de nuestra esencia. Las tallas de los grandes imagineros cordobeses y andaluces del barroco, representados por las escuelas cuyas sedes fueron Sevilla y Granada o de los grandes escultores de nuestro tiempo han llevado el arte de la escultura sagrada a niveles ciertamente elevados. Esas imágenes tendrán su HolyCards. Son obras de Juan de Mesa, de Martínez Montañés, de Pedro Roldán, de la Roldana o de Pedro de Mena. Ellos con una maestría extraordinaria, dieron forma a la fe de un pueblo para quien sacar las imágenes a la calle era una forma de enfrentarse a la iconoclastia que se imponía en otras zonas de Europa. Nos preguntamos si estarían conformes al ver como la reproducción en cromos de sus obras se denomina con la lengua de quienes las destruyeron, cuando tuvieron la ocasión. Una lengua que tardó casi un siglo en codificarse respecto al castellano porque si, otro andaluz, Elio Antonio de Nebrija, publicaba su Gramática castellana en 1492, los ingleses no lo hicieron hasta 1586, después incluso de que los españoles publicaran gramáticas en lenguas indígenas como el náhuatl, que publicó Andrés de Olmos en 1547, o el quechua que publicó Domingo de Santo Tomás, en 1560. Ambas tuvieron gramáticas antes que el inglés. Pero a la hora de difundir el arte religioso cordobés, expresión del sentir de nuestro pueblo, la denominación escogida es HolyCards.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 20 de diciembre de 2024 en esta dirección)