Hace algunos días ABC señalaba, en un reportaje de J. M. Collantes, cómo diez lugares con fuertes resonancias históricas, bienes patrimoniales de la ciudad, se encuentran en un lamentable estado de abandono. Se trata de diez lugares que nos hablan de diferentes periodos de la historia de la ciudad y nos acercan a las creencias de sus habitantes en épocas pasadas, a sus actividades económicas, a sus formas de construir o a las técnicas empleadas para dar solución a determinados problemas. Llama la atención la reiterada y secular -con muy honradas y contadas excepciones- falta de interés de las corporaciones locales cordobesas en particular y de sus habitantes en general por el mantenimiento de su rico patrimonio histórico y artístico.
El abandono de Medina Azahara, la ciudad palatina que resume el esplendor de la época califal, convertida en cantera durante siglos, es sólo un paradigma de esta realidad. Es cierto que esa riqueza artística es enorme, por eso precisamente la ciudad ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad, porque en Córdoba el peso de la historia es muy grande. Razón de más para que las autoridades pusieran mucho más empeño en este terreno. Las imágenes ofrecidas por el periódico señalando la situación de abandono provocaban melancolía. Al deterioro del altar de San Rafael en la calle Lineros o el de la Noria de la Albolafia, venía a sumarse el estado que ofrece la puerta de Almodóvar, entre cuyas vetustas y centenarias piedras que tantas cosas han visto pasar bajo la ojiva de su arcada crecen los matojos que brotan verdes con la lluvia y secos con el calor de las largas sequías que suelen acompañar al estío cordobés.
Particular preocupación provoca el estado en que se encuentra el alminar de la iglesia de San Juan de los Caballeros. Una torre que data de la época omeya -finales del siglo IX o principios del siglo X-, los años anteriores a la proclamación del califato y que es única en Córdoba. Lleva años literalmente desmoronándose ante la indiferencia de las administraciones, cuya actuación hasta el momento presente se ha limitado a colocar una malla protectora no de la torre, sino para evitar que se produzca algún accidente entre los viandantes. Una solución de emergencia, que se prolonga en el tiempo, pero que no pone remedio al deterioro. Su estado no parece importar, pese a que en ese excepcional monumento se conjuguen junto a los elementos islámicos importantes restos visigodos, testigos de una época tan fundamental como desconocida en la historia de Córdoba.
Ante este abandono, resulta obligado formularse una pregunta. ¿Qué habría sido del monumento más emblemático de la Córdoba actual, laantigua mezquita aljama de los omeyas si, cuando la ciudad fue reconquistada en 1236 por los ejércitos de Fernando III, no se hubiera convertido en catedral cristiana? Ha sido esa circunstancia, que a algunos parece pesarle, la que ha permitido mantenerla hasta nuestros días en un adecuado estado de conservación que la ha convertido en uno de los monumentos más valorados y visitados de toda Europa.
Habida cuenta de que es su patrimonio cultural -no hay playas, ni su clima casi continental, con inviernos fríos y veranos tórridos, la hacen particularmente atractiva- lo que ha convertido a Córdoba en lugar de importante atracción para los visitantes, los responsables municipales deberían dedicar mucha más atención a ese excepcional patrimonio que va mucho más allá del mantenimiento de la imagen de la ciudad.
(Publicada en ABC Córdoba el 9 de junio de 2018 en esta dirección)